En efecto, trascendió que "un documento fue presentado a principios de abril por el Ministerio de Seguridad chino a los principales líderes de Pekín, entre ellos el presidente de la República, y en él se asegura que la hostilidad hacia China está en su punto más alto desde las sanciones internacionales que sufrió China tras la matanza de la Plaza Tiananmen de 1989".
Frente a esta situación, Pekín tiene entre sus planes dos armas pesadas. Una de ellas consiste en "reducir sus vastas tenencias de bonos del Tesoro de Estados Unidos".
"China podría desencadenar una caída del dólar estadounidense y de los mercados financieros inundando el mercado con bonos del Tesoro de EEUU a la venta, lo que empujaría a la baja los precios de los bonos estadounidenses", sostiene el periódico de Hong Kong South China Morning Post, citado por Sputnik.
Es cierto que la venta masiva de sus bonos del Tesoro causaría una catástrofe financiera global, que también perjudicaría al dragón, por lo cual no es la mejor opción, aunque este tema está sobre la mesa desde tiempo atrás.
En suma, la dirección china tiene muy claro que gane quien gane las elecciones presidenciales de noviembre, la campaña "responsabilizar a China" seguirá su curso.
"El ascenso de China está causando que algunas élites políticas estadounidenses abandonen el pensamiento racional. Su juicio básico ha sido distorsionado", sostiene el editorial oficialista. "Atacar a China se ha convertido gradualmente en la nueva "corrección política" en los Estados Unidos, que afecta seriamente la comprensión objetiva de la sociedad estadounidense de los problemas relacionados con China", concluye.
El resultado de este análisis parece obvio: "China necesita prepararse para un desafío a largo plazo. Primero, debemos fortalecer y mejorar nuestra tecnología científica central y nuestro poder estratégico militar".
En la misma edición, el editor jefe de Global Times, Hu Xijin, titula su análisis: "China necesita aumentar sus ojivas nucleares a 1.000". Agrega que el país asiático debe tener al menos 100 misiles estratégicos Dongfeng-41, porque "necesitamos un arsenal nuclear más grande para frenar las ambiciones estratégicas e impulsos estadounidenses hacia China. Quizás tengamos que enfrentar desafíos con una determinación más fuerte en el futuro cercano, lo que requiere el apoyo de los misiles Dongfeng y Julang".
En 2006 la Agencia de Inteligencia de la Defensa de EEUU estimaba que China poseía unas cien ojivas nucleares, aunque otras fuentes estimaban que ascienden a 400. En cualquier caso, se plantea un aumento importantísimo del arsenal nuclear y, sobre todo, se lo proclama abiertamente cuando el dragón había sido muy cuidadoso hasta ahora al abordar estos temas.
La impresión que se recoge es que la dirigencia china está muy preocupada con la deriva de agresividad que está tomando forma a raíz de la pandemia de coronavirus. Por lo que se puede recordar, desde que Mao Tse Tung afirmara, antes del triunfo de la revolución, que "la bomba atómica es un tigre de papel", a la que no debía temerse, los sucesivos gobiernos chinos no habían abordado el tema nuclear de esta forma tan clara y transparente.
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Es evidente que la República Popular China se viene reforzando de manera formidable, como lo demuestra la botadura de dos nuevos submarinos nucleares portadores de misiles balísticos intercontinentales, además del segundo navío de asalto anfibio en apenas siete meses, un portahelicópteros de 35,000 toneladas.
Por último, el analista Xulio Rios del Observatorio de la Política China, estima que Xi Jinping está promoviendo un hondo viraje en los asuntos internos. "Asistimos en las últimas semanas a una acusada recentralización de los asuntos de Hong Kong que amenaza con pulverizar la autonomía local". Agrega que el Gobierno tiene urgencia en promover la estabilidad interna, pues en el marco de "una pésima situación económica por el impacto de COVID-19, ya ha adelantado que la estabilidad social será crucial para la recuperación".
Parece evidente que el Gobierno chino se está preparando para una guerra que no desea, pero que considera tal vez inevitable. Para eso extrema el control interno, evitando así posibles estallidos sociales que —como en el período imperial debilitarían al país.
Es probable que las altas esferas chinas estén convencidas de que las elites estadounidenses ya se hayan decidido por desatar un conflicto armado, probablemente localizado, para contener su inevitable decadencia imperial.