La industria automotriz genera alto valor agregado en los países en los que está desarrollada. Miles de personas dependen de empleos directos o indirectos vinculados a ella. Sin embargo, como el resto de las actividades económicas, la pandemia del nuevo coronavirus le ocasionó daños de grandes dimensiones.
México, sexto productor global y primero en América Latina, se apronta para volver a operar a mitad de mayo, aunque lo hará con un cuarto de su capacidad previa a la pandemia y al menos 600.000 trabajadores fuera del sector. Las ventas de abril reflejaron la crisis, que según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de ese país, tuvieron una caída de 64,5% respecto al mismo mes del año pasado.
Brasil, séptimo productor mundial y segundo de Latinoamérica, no lo vivió mejor. A pesar de que las medidas de paralización de la producción fueron menos restrictivas que en otros países, se fabricaron 28% menos vehículos en marzo. De acuerdo a la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos Automotores, se vendieron 76% menos en abril si se lo compara con el año anterior.
Lejos del top 10 mundial pero tercera en la región, Argentina se sumó al desastre y además de no haber fabricado ni un vehículo en abril, registró la mayor caída en ventas de su historia con un 88,3% menos de vehículos matriculados que en 2019. Esta realidad "muestra la conjunción de factores que estaban en crisis desde mucho antes de la aparición del patógeno", relató a Sputnik Marcelo Elizondo.
"Argentina tiene una sucesión de problemas en su industria automotriz anteriores a la pandemia, básicamente porque su aparato productivo tiene una alta dependencia del mercado de Brasil, donde históricamente ha exportado algo más del 40% de los automotores que produce", explicó el analista económico internacional.
"La mala performance de la economía brasileña de los últimos tres o cuatro años ha afectado mucho la producción y exportación de autos desde Argentina. A eso hay que agregarle, claramente, la recesión local desde hace tres años que ha hecho que la compra de autopartes y de vehículos se haya reducido sustancialmente", agregó.
En tal situación, la paralización de la actividad no hizo más que dar un golpe de gracia. "Primero cierra la economía local, se detiene la producción por las restricciones sanitarias y adicionalmente quedan impactados los mercados de destino de los automotores argentinos. La foto es francamente muy compleja", completó Elizondo.