Casi al finalizar el año pasado escribí un artículo que titulé 2019: primer año de la confrontación estratégica entre Estados Unidos y China. Algunos lo catalogaron de alarmista y me escribieron (incluso un colega chino) para decirme que era exagerado. Eso fue el 19 de diciembre, solo unos días después, el último del año, China notificó a la OMS y al mundo el surgimiento del brote de un virus desconocido hasta ese momento.
Por mi parte, por muchos esfuerzos que hago, todavía no alcanzo a visualizar el curso de los acontecimientos en toda su dimensión. Cuando arribo a ciertas conclusiones, nuevas variables se cruzan en el razonamiento, haciendo interminable el análisis de la perspectiva y las consecuencias que se podrían avizorar.
Por supuesto, el contexto de las relaciones internacionales no está ajeno a este raciocinio. En el ámbito estratégico de la disciplina quedará por ver cómo evolucionan las relaciones entre China y Estados Unidos, que a mi juicio es el factor determinante para concluir alguna hipótesis respecto del mundo del futuro.
Ya en octubre del año pasado, el presidente de EEUU, Donald Trump, creó la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos con un presupuesto de 60.000 millones de dólares (tres veces mayor que en de la agencia antecesora) a fin de conceder préstamos, garantías de préstamos y seguros a empresas dispuestas a hacer negocios en naciones en vías de desarrollo. Con el claro objetivo de contrarrestar la influencia geopolítica de China, el presidente estadounidense se propuso confrontar la iniciativa de Un cinturón y una ruta, incluso contraviniendo su propuesta de campaña que apuntaba a reducir y eliminar en algunos casos, la ayuda internacional.
Lamentablemente, la pausa acordada en enero fue rota antes de tiempo. El COVID-19 fue su causante. Cuando el ambiente negociador y de distensión que llevó a tal tregua a mediados del primer mes del año, podría haber sido un buen preludio para desarrollar la cooperación en medio de la pandemia, pudo más la confrontación estratégica de carácter ideológico que el interés de atreverse a actuar de forma articulada para dar respuesta al peor peligro que ha desafiado a la humanidad durante este siglo y desde el fin de la segunda guerra mundial.
En el orden táctico, ningún análisis puede obviar que los dos partidos del sistema político de Estados Unidos están incapacitados para desprenderse de la campaña electoral de cara a los comicios de noviembre, lo cual los motivó a usar la pandemia como instrumento de propaganda. En este sentido, la hasta febrero segura victoria de Trump ha comenzado a ponerse en entredicho tras su deplorable manejo de la pandemia durante los últimos dos meses.
En este sentido, la cancillería china expresó el pasado 27 de abril "su enérgica oposición a ser involucrada en la política electoral de Estados Unidos", en respuesta a un memorándum de 57 páginas exhibido por el medio periodístico Politico en el que se exhorta a los candidatos republicanos a resolver la crisis del COVID-19 atacando agresivamente a China a través de tres enfoques principales que deben ser acometidos:
- China causó el virus al ocultarlo.
- Los demócratas son suaves con China.
- Los republicanos impulsarán sanciones contra China por su papel en la propagación de esta pandemia.
La opción de Estados Unidos por la confrontación ha tenido un repunte sobre todo en este último mes cuando pareciera que el COVID-19 se ha salido de las manos de Trump y su Gobierno. Ya el primer día de abril, funcionarios estadounidenses y de otros países occidentales trataron de de culpar a China por la pandemia, acusándola de encubrir la cifra real de infectados y desinformar sobre el COVID-19. También afirmaron que le reclamarán a China después que la pandemia pase.
La respuesta de Pekín fue contundente, Hua Chunying vocera de la cancillería expresó: "Las mentiras contadas por este político estadounidense no valen la pena refutarlas. Me di cuenta de que durante esa entrevista, incluso el periodista lo interrumpió varias veces y señaló que estaba [haciendo perder] el tiempo de todos", calificando además sus comentarios como "desvergonzados" al culpar sin pruebas a China por el coronavirus, asegurando de la misma manera que Estados Unidos "debería dejar de politizar un problema de salud y centrarse en la seguridad de su pueblo".
Por su parte, en otra entrevista, el día 16 el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, continuó la línea de ataque al afirmar que China fue "engañosa" y "no transparente" al informar sobre la epidemia. China respondió diciendo que esta falacia es exactamente la misma que la de algunos otros políticos de Estados Unidos y que esta excusa de culpar a otro no era nada nuevo.
Todo esto fue echado por la borda por el propio doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos quien en rueda de prensa el 17 de abril desde la propia Casa Blanca rechazó la teoría conspirativa de que el nuevo coronavirus fue creado y escapó de un laboratorio chino, según informó Business Insider.
En la continuación de la ofensiva anti china el 22 de abril, un grupo de 16 senadores republicanos pidió al presidente Donald Trump que obligue a los países solicitantes de reestructuración de deuda o ayuda económica a dar cuenta a Washington de sus compromisos con Pekín. Asimismo, Mac Thornberry, jefe del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes presentó un proyecto de ley en el Congreso con el apoyo de republicanos y demócratas con miras a crear un fondo de 6.000 millones de dólares para reforzar el potencial disuasorio contra China.
Después de catalogar al ex jefe de la CIA y actual secretario de Estado como "el oficial más arrogante de la administración de Donald Trump a la hora de atacar a China", Zhu expone: "La identidad política de la derecha republicana, la arrogancia de la élite estadounidense y las ambiciones políticas personales constituyen el 'gen político' antichino del secretario de Estado".
Agregó que "el ataque de Pompeo contra China es típico de la postura hegemónica de los políticos de derecha estadounidenses que se caracteriza porque primero "Estados Unidos siempre tiene la razón y es el 'dueño de la verdad', lo que permite la distorsión y la manipulación de los hechos. Segundo, Estados Unidos es el poder más grande del mundo y puede obligar a las organizaciones y al derecho internacional a someterse a las cogniciones e interpretaciones estadounidenses. (…) Tiene derecho a abandonar las convenciones, pero otros países 'tienen' que respetar el derecho internacional y permitir que Estados Unidos anule las organizaciones internacionales y otros países soberanos".
No se sabe aún cuál será el devenir del mundo tras el fin de la pandemia, tampoco se puede prever con certeza el rumbo que tomará una inminente restructuración de las relaciones internacionales, pero lo que sí parece seguro es que en su desesperación por la pérdida de la hegemonía global, Estados Unidos escalará sus ataques contra China. A diferencia del pasado, pareciera que esta vez, Beijing no se quedará de brazos cruzados.