Mucho antes de Chernóbil, el Comité para la Seguridad del Estado, más conocido como la KGB, tenía la tarea de garantizar la operación segura de las centrales nucleares. Para ello, contaba con oficiales altamente capacitados en el ámbito científico para cumplir con la misión de monitoreo e identificación de posibles debilidades para luego reportarlas a la KGB en Moscú.
Sin embargo, esto no fue suficiente para predecir lo que pasaría ocho años después cuando las acciones irresponsables del personal superior del reactor número 4 decidió no escuchar las preocupaciones de sus colegas al llevar a cabo un experimento nuclear dando lugar a la fatídica noche del 26 de abril de 1986.
Simultáneamente, la KGB también estaba a cargo de la provisión de equipo de protección para los liquidadores del desastre, prevenir las intoxicación alimentaria e impedir las infecciones entre los trabajadores de limpieza. Como resultado, los agentes de inteligencia debían rotar periódicamente y abandonar el lugar del desastre debido a las altas dosis de radiación del lugar.
Uniendo fuerzas entre inteligencias
Cada nación de la Unión Soviética contaba con su dirección de inteligencia extranjera de la KGB. Estas decidieron unir fuerzas para realizar una labor crucial posterior a la catástrofe.
Los detalles sobre el trabajo de la KGB en Chernóbil fueron revelados después de varios años en un ensayo titulado Lecciones del accidente de la central nuclear de Chernóbil escrito por el ex primer ministro ruso, también excanciller y exjefe del Servicio de Inteligencia Exterior, Evgueni Primakov, donde cuenta la titánica tarea que la KGB realizó para controlar las consecuencias de la explosión.
Los agentes que contaban con formación científica sabían dónde buscar la información y a quién contactar para obtenerla, por lo que su labor resultó ser vital porque en ese entonces los líderes occidentales no tenían prisa por compartir con su adversario de la Guerra Fría su experiencia en la eliminación de las consecuencias de un desastre nuclear, a pesar de que Chernóbil amenazaba la seguridad y el bienestar de millones de personas y naciones de todo el mundo.
Los gobiernos y científicos occidentales habían obtenido una valiosa experiencia en la limpieza de desastres nucleares tras el accidente de octubre de 1957 en el reactor de energía nuclear Windscale del Reino Unido, el incidente de Three Mile Island en los Estados Unidos en 1979 y el accidente de la central nuclear de Saint-Laurent en Francia en 1980.
La KGB también participó activamente en el esfuerzo por obtener una lectura precisa de la temperatura en el reactor en medio de altos niveles de radiación, una capacidad técnica de la que la industria soviética no disponía en ese momento. Por lo tanto, el servicio científico y técnico se encargó de la compra y la entrega de un dispositivo que pudiera hacer tales lecturas.
En medio de la preocupación de que las aguas de las inundaciones pudieran drenar la precipitación radiactiva contaminada al río Prípiat, los agentes soviéticos también se encargaron de reunir datos sobre la experiencia de otros países en la construcción de presas especializadas para proteger los ríos de las aguas contaminadas.
Además, los agentes obtuvieron valiosos datos sobre cómo tratar a los pacientes que habían recibido altas dosis de radiación, y cómo evaluar los futuros picos previstos de enfermedades tras un accidente nuclear.