El primer caso confirmado de coronavirus en Vietnam fue registrado el 13 de enero. Se trataba de Li Ding, un chino de 66 años que fue a visitar su hijo. El hombre vino directamente de Wuhan, el epicentro de la pandemia del COVID-19 que, en aquel momento, todavía no se encontraba bajo cuarentena. Unos días más tarde, primero padre y después hijo, presentaron fiebre alta. Ambos fueron hospitalizados el 22 de enero. Hasta el final del aquel mes, llegaron tres personas más infectadas al país. El 1 de febrero, se enfermó también una empleada del hotel, donde se había quedado el paciente cero.
Cuando Vietnam ya registraba diez casos confirmados en todo el país, las autoridades impusieron una estricta cuarentena de tres semanas a un pueblo de 10.000 habitantes cerca de Hanói. En aquel entonces, el único país donde se habían implementado medidas similares era China. Además, a todos los ciudadanos se les recomendó instalar una aplicación en el móvil para controlar su estado de salud y el riesgo de infección.
A finales de febrero, los 16 casos confirmados registrados hasta el momento se habían recuperado. El Centro Estadounidense para el Control y la Prevención de Enfermedades removió Vietnam de la lista de regiones peligrosas y envió una delegación allí para estudiar la experiencia del país en el combate a la infección. El Gobierno, sin embargo, no tuvo prisa en levantar las restricciones. La medidas se extendieron por dos semanas más.
La ola europea
El 6 de marzo, el coronavirus surgió nuevamente en Vietnam, esta vez proveniente de Europa. Una vietnamita que había estado en Londres, París y Lombardía —región que posteriormente se convirtió en el epicentro del COVID-19 en Italia— volvió a su país con tos. Pese a que tenía el síntoma desde antes de volver a casa, solo cinco días después de su llegada consultó con un médico y fue finalmente hospitalizada por COVID-19
Se estimó que ella podría haber infectado a unas doscientas personas, las cuales fueron todas aisladas con urgencia. Se inició la segunda etapa de la lucha contra la epidemia. Los puntos turísticos se cerraron y se limitaron parcialmente las conexiones ferroviarias.
El 22 de marzo ya había más de dos decenas de casos confirmados en Vietnam, por lo que las autoridades decidieron tomar medidas más drásticas. Se les prohibió la entrada al país a todos los extranjeros, a excepción de diplomáticos y otros funcionarios del Gobierno. Las aglomeraciones de más de 20 personas se prohibieron y se cerraron los establecimientos de ocio. Las áreas particularmente afectadas por el coronavirus se aislaron por completo. El Gobierno, además, adquirió 200.000 pruebas para el COVID-19 de Corea del Sur.
A partir del 1 de abril se les permitió a los ciudadanos salir de la casa solo para comprar alimentos o ir a la farmacia. Las unidades médicas militares y móviles fueron desplegadas en el combate a la infección. Las medidas estrictas nuevamente rindieron resultados: 225 de los 268 pacientes con coronavirus fueron dados de alta y, a fines de abril, no se registraba ni un único caso nuevo de contagio.
Después de superar la crisis, Vietnam se puso a ayudar a otros países: envió entre 100.000 y 150.000 mascarillas médicas a Rusia, Japón y Estados Unidos.
Experiencia adquirida
Para Piotr Tsvetov, profesor en la Academia Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, una discrepancia entre datos y realidad, si existiera, sería destapada rápidamente. Para el experto, Vietnam hizo un buen uso de la experiencia obtenida con la epidemia de SARS en 2003.
"Vietnam ya demostró, en aquel entonces, su capacidad de frenar una infección: todos los contagiados fueron aislados en un hospital, cuyo perímetro estaba vigilado por patrullas militares. En los años siguientes, los médicos vietnamitas estuvieron muy involucrados en la prevención", recordó Tsvetov.
El experto, además, consideró que Vietnam es "tradicionalmente fuerte" en su capacidad de movilizar a la población, además de haber tomado al COVID-19 "muy en serio".
Una visión desde dentro
En una conversación, la rusa Anastasía que desde hace tres años vive en Ho Chi Minh, confirmó que los vietnamitas desde el comienzo de la epidemia siguieron de manera responsable las órdenes de las autoridades. Y que, incluso durante las festividades de año nuevo a mediados de febrero, nadie descumplió las recomendaciones.
"La gente seguía las reglas incuestionablemente. Todos se quedaban en casa. Yo todavía iba a las tiendas, pero todo estaba vacío", recordó.
Para Anastasía, el secreto del éxito en la lucha contra el COVID-19 está en la conciencia ciudadana y la reacción rápida de las autoridades vietnamitas. Al final de la conversación, la rusa agregó que ya casi todos los restaurantes han vuelto a abrir sus puertas en su ciudad.
Además de los restaurantes, el transporte público ha vuelto a circular y los niños regresan gradualmente a la escuela. Pese a los buenos resultados, nadie descuida la salud, las personas siguen usando mascarillas y mantienen la distancia social recomendada.