La primera muestra de esta nueva política exterior se dio en marzo de 2019, cuando el presidente mexicano exigió al Gobierno español y al papa una disculpa por los agravios cometidos durante la conquista. Si bien este gesto fue puramente simbólico, algo parecido habría sido impensable en los tiempos de las sumisas administraciones neoliberales. Así pues Obrador confirmó desde el principio que iba en serio con su intención de recobrar para México una política exterior soberana y protagonista en el escenario internacional.
Además, el Gobierno de López Obrador se reconoció implícitamente a sí mismo, con esta visita, como uno de izquierda progresista. Esta naturaleza política del nuevo Gobierno fue confirmada con contundencia un mes después, cuando en noviembre el presidente Obrador ofreció asilo político al presidente boliviano Evo Morales, quien fue víctima de un golpe de Estado. En aquella ocasión una arriesgada misión de rescate fue emprendida por la fuerza aérea mexicana para evacuar a Evo, en lo que fue sin lugar a dudas la acción más significativa de la política exterior mexicana en décadas.
En este 2020 la administración de Obrador de mano de su canciller Marcelo Ebrad no ha hecho sino colgarse aún más logros. En este abril en especial llevaron a cabo una negociación que fue catalogada por todos como exitosa con los países miembros de la OPEP y otros productores de petróleo para llegar a un acuerdo en cuanto a recortes en la producción de crudo. Una negociación por demás significativa puesto que Obrador recién acababa de anunciar su plan económico de contingencia contra la crisis del COVID-19. En este plan el presidente mexicano relacionaba fuertemente la superación de la crisis económica con el fortalecimiento y revitalización de PEMEX como eje central y motor de la recuperación del país.
Así pues con estas acciones en lo que va del sexenio de Obrador, el Gobierno mexicano muestra la honestidad de su voluntad por regresar a la doctrina Estrada que había caracterizado a la política mexicana hasta antes de la llegada de los neoliberales entreguistas. Las actitudes con las que el Gobierno de López Obrador ha encarado las distintas coyunturas en nada palidecen en comparación con la más significativas de anteriores presidentes mexicanos como lo fue otorgar asilo a los republicanos españoles durante su guerra civil iniciada en 1936, la entrada de México en la Segunda Guerra Mundial en el bando aliado en 1942 o la negación del Gobierno mexicano en 1962 a romper relaciones diplomáticas con Cuba.
Por estas razones es certero decir que en materia de relaciones exteriores el Gobierno de la cuarta transformación ha cumplido con su tarea de retornar a una política exterior soberana, de respeto al derecho a la autodeterminación de los pueblos y de defender la no intervención en los asuntos de otros Estados soberanos. Con esto, Obrador da muestra de su honestidad también en este rubro y de su capacidad de conciliación, puesto que en el plano internacional las presiones a las que son sometidos países dependientes como los nuestros dejan poco margen de maniobra. Solo los más audaces, valientes e íntegros gobernantes se aventuran a desafiar los grandes intereses en pos del beneficio de los pueblos.