Los gobiernos de diversos países están tratando de frenar la propagación del SARS-CoV-2, prohibiendo la libre circulación de los ciudadanos y limitando la labor de las instituciones y lugares públicos. Esas medidas reducen drásticamente la actividad humana, incluyendo las ruidosas obras y los flujos de tráfico, que afectan las fluctuaciones de la corteza terrestre.
El fenómeno se registró también por los especialistas de Nueva Zelanda y el Reino Unido.
Y los sismólogos franceses señalaron que la reducción de las fluctuaciones por actividad humana "mejora la capacidad de detección sísmica".
Los científicos esperan que comprender la naturaleza del ruido de la actividad humana, detectado por los sismógrafos, permitirá aislar mejor la señal necesaria de los datos recogidos en el futuro.