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Después del virus, ¿el Gran Hermano nos observará?

© Foto : Pixabay / relexahotelsUn teléfono móvil, referencial
Un teléfono móvil, referencial - Sputnik Mundo
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Las tecnologías digitales de comunicación brindan un apoyo esencial en la lucha contra el coronavirus. China y Corea del Sur las están aplicando de forma eficaz, adaptándolas a sus propios protocolos de salud. Pero también entrañan la capacidad de ejercer un control masivo sobre la población. España sopesa controlar los movimientos de personas.

Entre las distintas iniciativas para enfrentarse a la pandemia de COVID-19 figura el uso de las nuevas tecnologías. Si la acción de los profesionales sanitarios y la asunción de medidas de restricción de movimientos como el confinamiento domiciliario juegan un papel primordial en la contención, tratamiento y erradicación de la epidemia del nuevo coronavirus, no es menos cierto que el uso de modernas herramientas de geolocalización e intercambio de datos puede ayudar decisivamente a concluir con éxito la enorme empresa en que ahora mismo se halla embarcada media Humanidad.

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O dicho de otro modo. Médicos, fármacos y cuarentenas —el recurso analógico— son el modo clásico de atajar un problema de salud pública. Valió para los siglos XIX y XX, también es válido ahora en el XXI. Los avances científicos en materia biosanitaria siempre conformarán el grueso de la solución. Pero a sus protocolos de actuación también cabe añadir las inmensas posibilidades que brindan las nuevas tecnologías de la información: el amigo digital.

"Uno de los aspectos fundamentales de la política de contención es su aplicación práctica, en el sentido de eliminar interconexiones entre los ciudadanos", declaró a los medios la ministra de Economía de España, Nadia Calviño, en su anuncio de desarrollo de instrumentos de inteligencia artificial (AI) para luchar contra la extensión del coronavirus. El Gobierno español está estudiando la movilidad de las personas para poder identificar aglomeraciones y cuellos de botella de ciudadanos, con el fin de prevenir la extensión de la COVID-19. 

El sostén digital en China

Mientras el número de contagios se dispara en Europa occidental y Norteamérica, en amplias zonas de Asia parece remitir definitivamente. Los casos de China y Corea del Sur son el mejor ejemplo. China, foco de la infección, está a punto de rematarla (82.095 contagiados). Sus vecinos coreanos también, con la diferencia de que en su península la enfermedad nunca se extendió de manera descontrolada (9.332 casos).

China ha ejercido un control exhaustivo sobre su población. La restricción de movimientos en Wuhan y en toda la provincia de Hubei ha sido total. "Cerrado por coronavirus", podría ser el cartel que mejor escenificara la clausura de la actividad cotidiana y económica en esa parte del gigante asiático. Pero tras el confinamiento subyacen ingeniosas herramientas, que también se utilizan en el resto del país.

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WeChat y Alipay son dos aplicaciones que en China se utilizan para todo: valen para pagar en tiendas, para hacer la compra por Internet, para pagar el transporte público, el agua, los suministros energéticos, etc. Además, Alipay efectúa un rastreo de tus datos de geolocalización durante los últimos 15 días y etiqueta al usuario según los lugares de riesgo visitados. "Te da un código QR de colores en función de las zonas de la ciudad o países en que hayas estado", cuenta a Xataka Foto José Luis Sánchez, un informático y fotógrafo español residente en Shangai, ciudad no excesivamente afectada por el virus. "El mío es verde, lo cual quiere decir que llevo totalmente alejado desde hace 15 días de cualquier persona que haya dado positivo en coronavirus", explica. Con el código verde se puede acceder a cualquier parte. Cuando una persona con código verde se cruza con otra que ha padecido los síntomas, cambiará a amarillo.

El sostén digital en Corea

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, declaró en Twitter el 24 de marzo: "He conversado con el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, con quien he abordado la lucha contra la epidemia del #COVID19 que afecta a nuestros países". Ambos se emplazaron a reunirse en la próxima cumbre del G20.

España decide tomar ejemplo del uso de las nuevas tecnologías para organizar la lucha contra el virus. En Corea del Sur cuentan con Corona 100m, una aplicación que hace uso de datos gubernamentales para que los usuarios comprueben la proximidad de los contagiados de COVID-19. También aporta información de las fechas en que enfermaron esas personas, su edad y parte de su historial de geolocalización. La aplicación toma su nombre de la alerta que proporciona cuando uno se halla a menos de 100 metros de un lugar visitado por alguien que haya dado positivo en los tests.

Los coreanos también parecen haber resuelto uno de los problemas que afectan a España estos días: la saturación de las líneas telefónicas de atención a los pacientes. Allí funciona una aplicación que permite a sus usuarios consultar los síntomas con profesionales médicos en menos de 30 minutos. En cuanto a las cuarentenas, otras herramientas permiten a los confinados estar en contacto con trabajadores sociales, a quienes informan de sus progresos. Los datos del GPS confirman su reclusión.

¿Un arma de doble filo?

Se suele decir que China ha podido desarrollar de manera efectiva sus medidas de aislamiento gracias a la naturaleza dictatorial de su sistema político. Con una ciudadanía acostumbrada a obedecer sin rechistar, es evidente que el confinamiento de una provincia entera como Hubei es más fácil de llevar a cabo que, digamos, el de la Comunidad de Madrid, donde muchos de sus habitantes salieron en estampida hacia destinos vacacionales aun cuando se recomendaba encarecidamente permanecer en casa. No en vano, los diversos cuerpos de seguridad españoles ya han emitido 144.555 multas con motivo de incumplimientos del confinamiento.

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Ya antes del estallido de la crisis sanitaria, las autoridades chinas estaban implantando diversos sistemas de control y seguridad ciudadana ayudándose de sus avances en inteligencia artificial. Los sistemas de reconocimiento facial en combinación con los datos de posicionamiento global propios (Beidou, el GPS chino) brindan unas posibilidades casi ilimitadas en este aspecto. La tentación totalitaria en el uso de estas tecnologías es un aspecto comentado de manera recurrente en los medios de comunicación de todo el mundo.

Pero si el uso práctico de estas tecnologías es parejo durante la época de pandemia en China y Corea del Sur, está por ver cómo evolucionará una vez se supere la crisis. Hay quien teme un incremento del control sobre la libertad de movimientos de la población. Por otra parte, el acceso de esta a Internet ya hace tiempo que está afectado de la captura de sus datos y gustos, por no hablar de que diversos Estados recogen masivamente información de sus ciudadanos a través de las nuevas tecnologías con el pretexto de satisfacer sus políticas de seguridad nacional o de lucha antiterrorista. Las leyes de protección de datos apenas ponen coto a su comercio, un atentado en sí contra la intimidad.

Seguridad vs. Libertad

La forma en que China y Corea del Sur han afrontado la crisis sanitaria puede ser entendida también como una expresión de sus modelos sociopolíticos. Se asume que el control exhaustivo es efectivo, pero puede llegar a horrorizar. El caso coreano se asume como más flexible que el chino, aunque allí los centros médicos reciben la orden de imponer la autocuarentena a todo aquel que haya tenido un contacto de al menos 2 metros de distancia con una persona infectada de COVID-19, lo cual no ocurre en España y ni mucho menos en Reino Unido o EEUU. Y las autoridades locales conminan entonces a la persona a no salir de casa, urgiéndola a aislarse del resto de la familia.

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La cuestión es saber qué puesto ocupan las medidas de seguridad que auspician las nuevas tecnologías en el orden de prioridades. ¿Están por debajo de las libertades individuales? La respuesta ciudadana de muchos países parece indicar que no. En España y en el mundo son frecuentes los casos de recriminaciones desde los balcones a todo aquel transeúnte que aparentemente se salta el aislamiento. Y el Gobierno español tiene previsto realizar un seguimiento de los teléfonos móviles para velar por el cumplimiento efectivo del estado de alarma, tal y como anunció el pasado día 22 la ministra Calviño.

Pese a que el Servicio Catalán de Tráfico ya lleva desde principios de febrero incorporando tecnologías para conocer la velocidad a la que circulan los conductores en Cataluña, el ambiente es novedoso y casi distópico. Recuerda a las sociedades descritas primero por Zamiatin y luego por Orwell. Y la retransmisión casi en directo, por obra de las redes sociales, del confinamiento de un mundo que acaso sólo imaginábamos, nos invita a volver a ver películas como El Show de Truman (Peter Weir, 1998).

Pero la película es otra y se llama Contagio (Steven Soderbergh, 2011). Y a estas alturas de la pandemia en España, las medidas chinas tampoco suenan mal. El informático José Luis Sánchez admite que la imposibilidad de desplazarse en Shangai sin que te midan la temperatura puede resultar agobiante en los primeros momentos. "Te preocupas el primer día porque parece excesivo, pero a partir del segundo te sientes seguro: puedo ir por la calle con la tranquilidad de que no pasa nada", afirma.

"Se toma la temperatura en cualquier sitio que entres, incluida tu casa, también con sensores. Si marcas +37 ºC, vas al hospital. Puede parecer que es una falta de libertad, que es control, pero a cambio sabes que allá por donde vayas no habrá nadie con fiebre".

El debate de la libertad frente a la seguridad puede resultar estéril en tiempos en que buena parte la economía mundial está prácticamente detenida y media Humanidad amenazada de contagio. Únicamente será recurrente cuando se haya vencido a la pandemia global del nuevo coronavirus. ¿Tendrá sentido entonces mantener los protocolos de control? ¿Seguirán operativas las aplicaciones digitales utilizadas? Tal vez entonces nos demos cuenta de que siempre han estado ahí. Y en todos los países.

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