Los minerales en la superficie de Mercurio contienen grupos hidroxilos (OH). Estos componentes se forman por protones que acaban en Mercurio junto a los vientos solares. El débil campo magnético hace que se arremolinen sobre la superficie del planeta, donde se distribuyen por toda la superficie.
Varias moléculas de agua se evaporan bajo la luz del sol y otras aterrizan en los cráteres situados en los polos de Mercurio que siempre están en la sombra. La temperatura en los cráteres polares puede bajar hasta 200 grados centígrados bajo cero. Dado que Mercurio no tiene la atmósfera, tampoco existe aire que pueda hacer ascender el calor del sol y las moléculas acaban formando una capa permanente de hielo.
"Esta no es una idea extraña o fuera de contexto. El mecanismo químico básico se ha observado docenas de veces en estudios desde finales de la década de 1960. Pero eso fue en superficies bien definidas. Aplicar esa química a las superficies complicadas como las de un planeta es una investigación innovadora", explicó el autor del estudio, Brant Jones, de la Escuela Técnica de Química y Bioquímica de Georgia.
En 2011 una sonda de la agencia espacial estadounidense empezó a orbitar Mercurio y confirmó la presencia de glaciares cerca de los polos del planeta. Posteriormente el aparato envió imágenes que corroboraron las muestras de hielo que habían sido halladas en el planeta por un radar basado en Tierra.