Adentrémonos en el proceso que se pone en marcha cuando el SARS-CoV-2 ingresa en el cuerpo humano y comienza a extenderse a los diferentes órganos.
Todo comienza cuando el virus se introduce a través de la nariz, boca u ojos al entrar estos en contacto con las pequeñas gotas que expulsa otra persona ya contagiada al toser o estornudar.
Tal y como recoge The New York Times, en ese momento las partículas del virus se desplazan a la parte posterior de la cavidad nasal o a la mucosa de la garganta, para después pegarse a un receptor de células gracias a las proteínas en forma de púa que recubren sus partículas.
Una vez en los bronquios, el virus causa que las mucosas pulmonares se inflamen y se dañen los alveolos. En consecuencia, el proceso de oxigenación de la sangre se ve afectado. Estos dos factores, en ocasiones, pueden llevar a que las zonas afectadas de los pulmones se llenen de fluido, pus y células muertas, hasta el punto de provocar una neumonía, recoge el medio estadounidense.
Si bien el sistema respiratorio es el más vulnerable a la infección, también es cierto que puesto que el virus viaja por las mucosas del cuerpo, sus partículas pueden llegar hasta el recto y afecten el sistema digestivo, causando diarrea o indigestión.
Otros posibles efectos que subrayan los expertos son la inflamación de la médula ósea, y de hecho Schaffner incide en que "el virus llegará a órganos como el corazón, el riñón y el hígado, y podría causar algún tipo de daño directamente a esos órganos".
De hecho, el doctor Shu-Yuan Xiao, especialista en patología de la Escuela de Medicina Pritzker de Chicago, cuenta el caso de un hombre que enfermó de coronavirus: "Estaba en la UCI recibiendo oxígeno, y le escribió un mensaje a su mujer para decirle que se encontraba mejor, que tenía buen apetito, etc. Pero por la tarde, la mujer dejó de recibir sus mensajes. No sabía qué estaba pasando. Y hacia las 22 horas, el hospital le dio la noticia de que su marido había fallecido".