"La decisión es aplazar las Fallas para más adelante, cuando la situación sanitaria lo permita. Esperemos que sea pronto", declaró a los medios Ximo Puig, presidente del Gobierno valenciano, a última hora del 10 de marzo. La emergencia del coronavirus, que ya lleva 84 muertes en el país y casi 3.000 contagiados, provocó esta cancelación repentina. Tras la reunión sostenida con representantes del Gremio de Artistas Falleros a última hora del 11 marzo, las fechas que se pusieron sobre la mesa fueron las del 15 al 19 de julio. Mientras tanto, las gigantescas figuras de cartón-piedra cuyo destino es ser pasto del fuego, siguen emplazadas en las principales calles y plazas de Valencia.
La última vez que las autoridades locales suspendieron estas fiestas —las principales de una región de 2,5 millones de habitantes— fue durante la Guerra Civil española, cuando entre 1937 y 1939 dejaron de celebrarse. Tras la toma de medidas drásticas en otras regiones (como el cierre de colegios, de espacios culturales o incluso la cancelación de la Liga de fútbol), resultaba evidente que la Generalitat valenciana se veía abocada a asumir como inevitable esta decisión, aprobada luego de sostener una videoconferencia convocada por el Ministerio de Sanidad con los responsables de todas las comunidades autónomas españolas.
Un trabajo inaudito
Pero las Fallas se están revelando como una fiesta fácil de anular y difícil de desmontar. Porque todavía no es sencillo hacerse cargo de las monumentales tallas de cartón-piedra, que de otro modo siempre quedan reducidas a cenizas. La Federación de Artistas Falleros y Hogueras había aconsejado a sus afiliados "no desmontar ni retirar" ninguna falla de las calles hasta saber quién se haría cargo de esta labor, inaudita hasta ahora. Y ya se sabe: lo harán a gastos compartidos entre el poder municipal y el autonómico (es decir, el Ayuntamiento de Valencia y la Generalitat Valenciana).
Los artistas falleros comprenden la situación, aunque apuntan que las medidas se tenían que haber adoptado "antes de montar las fallas en las calles". Ya habían considerado "acabar de plantar y quemar las fallas dentro de las fechas habituales" con tal de esquivar los gastos de anulación.
"Todo es inaudito, es imposible saber lo que es mejor o peor. La sensación es extraña, se rompe nuestro ciclo, nuestro año siempre empieza después de quemar nuestra obra", explica Marina Puche, artista fallera, hija y nieta de maestros falleros.
Puche admite la validez de las medidas adoptadas, aunque avisa de que "hay fallas enormes, casi imposibles de desmontar, va a costar mucho trabajo". Y es que la preocupación de su gremio es llegar a tiempo a julio para obtener contrataciones de cara al año que viene.
🔴🏛 COMUNICAT OFICIAL
— Generalitat (@generalitat) March 10, 2020
ℹ La Generalitat, seguint la instrucció del @sanidadgob, ha acordat ajornar la celebració de les festes de les Falles i la Magdalena en la Comunitat Valenciana. Per responsabilitat, per indicació dels experts i pensant en el bé general de la població. pic.twitter.com/smDgBMErEH
El comercio, en vilo
El comercio de la ciudad de Valencia en principio no se ve muy afectado por el aplazamiento. "Excepto las floristerías y tiendas de souvenirs", explican en la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico de Valencia. "Para nosotros, marzo es un mes un poco malo; la gente viene a Valencia de fiesta, pero no entra en las tiendas a comprarse una camisa o un bolso", añaden. Pero si la crisis del coronavirus termina por afectar a sectores como el de los hoteles y la hostelería, el comercio caerá en picado (las floristerías han contabilizado en cinco millones las pérdidas durante estos días, según ha estimado la Asociación Profesional de Flores, Plantas y Tecnología Hortícola de la Comunidad Valenciana).
Una fiesta de fama mundial
Las Fallas, verdadera atracción turística, atraen a la capital valenciana a centenares de miles de personas (hasta el 15% del turismo local), que generan un impacto económico de unos 700 millones de euros al año.