Aparece en el documento de identidad como César Andrade, pero también se le puede llamar King Manaba. Este es su segundo nombre. Su segunda identidad. La que adoptó a los 20 años en un bautizo no religioso. Fue la pandilla la que le otorgó esta existencia nueva: la de ser laureado como miembro destacado de los Latin King, donde se había introducido de adolescente. Ahora, este pandillero ha contado su historia en El Rey. Diario de un Latin King, publicado a principios del mes de marzo en la editorial Ned junto al antropólogo Carles Feixa.
"Yo no venía de una familia desestructurada. Mi madre era ama de casa y mi padre trabajaba, que era lo habitual en Ecuador", comenta Andrade por teléfono a Sputnik. "Al contrario: mis padres siempre me inculcaron bueno valores", se defiende Andrade, nacido en 1976 en la provincia ecuatoriana de Manabí, en el centro del país sudamericano.
Uno de los malentendidos que suelen atribuirse a los miembros de Latin King o de otras pandillas es que es el desarraigo lo que les introduce. "Es verdad que atrae el sentirte importante, sentir ese valor, salir a las calles y ganarte el respeto. Eso me empujó", comenta, "pero todo era salir a enfrentarte con otras pandillas (que a lo mejor pasaba porque éramos jóvenes y de sangre caliente), también hacíamos cosas buenas: ayudábamos a los desfavorecidos, a los más vulnerables, y limpiábamos voluntariamente las calles o el barrio".
Tampoco hay códigos. Es cierto que suelen identificarse con unos colores (en su caso, el amarillo y negro), que mantienen un saludo propio y que usan una jerga peculiar, pero no se deben a un culto concreto. "Eso se lo han inventado los medios. Ni ropa determinada, ni tatuajes", subraya. "Si acaso, se escribe ADR (Amor de Rey o Amor de Reina), pero no hay nada más. Y tenemos nuestros rezos, pero el que quiere lo hace y el que no, no", concede.
Su idea de pandilla es "un grupo de gente joven que quiere tener una oportunidad". El problema, dice Andrade, es que "desde fuera, en los medios", se les presenta como si sólo "robasen o se pegaran". "Y sí, en un principio también hice cosas malas, pero no significa que solo peguemos o trapicheemos. No estamos de acuerdo con la violencia. Condenamos ese tipo de actos", cuenta quien, de hecho, estuvo dos veces en la cárcel. La primera vez fueron cuatro años, de 2009 a 2013. La segunda, unas semanas de 2015. Se le condenó por tráfico de drogas y después fue acusado por lo mismo, aunque se desestimó.
Siguió siendo pandillero. "Lo que te enseñan los Latin King es que tienes que tener fuerza interior para salir adelante", esgrime, "es una felicidad completa". En Ecuador había más bandas, como Los Vatos Locos o Los Ñetas, que aún permanecen junto a Dominican Don’t Play u otras. "Mi relación con los hermanitos es otra y no estoy muy al corriente", afirma quien quiere dejar claro que la vida en una pandilla no es solo producto de la desesperación.
"Por ejemplo, hay muchas personas que llegan a España y son jóvenes, se ven muy solos porque los padres trabajan mucho, y van al parque, a buscar a alguien", explica.
En la vida de un latin king, matiza, hay tres etapas o estadios. La primera es "el primitivo". Es "el más inconsciente o intuitivo". "Suele corresponder a la adolescencia", indica Andrade. El segundo se trata del "conservador", cuando el miembro se dedica "más al trabajo o la familia" y "deja de lado a La Nación". Y la última es cuando eres "el Nuevo Rey". "Te das cuenta de que tienes que pensar en la verdadera fortaleza viene de la unidad frente a la opresión", matiza.
Feixa opina lo mismo en el prólogo: "Aunque ha habido algún caso grave (cuyas víctimas suelen ser los propios pandilleros), en general los delitos supuestamente cometidos son de escasa entidad económica, vinculados al pequeño tráfico de drogas, a peleas o a la simple pertenencia al grupo".
Ese asedio es una de las razones para que después ninguno quiera dar la cara. Y de que ambos estén trabajando de nuevo juntos en el mencionado estudio Transgang, abogando por dar a conocer el funcionamiento interno de estas hermandades, lejos de prejuicios.
Con este análisis combina sus tareas de mediador. También hace un curso de técnico de sonido mientras comparte piso en el barrio de Sant Martí, orgulloso de su vida de pandilla. "Hay gente que reniega. Cuando sale o tiene un desencuentro no lo quiere reconocer. Para mí, ser un latin king es un sentimiento. Me enamoré, me casé y luego se me convirtió en un amor verdadero. Aunque no esté en activo al 100%, este sentimiento que no va a salir de mí. Es como un hincha del Madrid o del Barcelona", reconoce César Andrade o King Manaba, dos nombres para una misma persona.