Con el auge del coronavirus, Danielle Baskin sabía que la gente estaba teniendo problemas para desbloquear sus móviles con su rostro. Entonces se le ocurrió la idea de diseñar mascarillas que representaban rostros imaginarios por medio de inteligencia artificial, y dio eco a su proyecto en Twitter, donde no tardó en convertirse en todo un éxito.
#design #productdesign Facial-recognition masks let wearers unlock their phones
— Design Speaker (@DesignSpeaker) February 27, 2020
Artist Danielle Baskin has set up Resting Risk Face, a company that will print user's faces on masks so they can use facial recognition technology while wearing them. Read more pic.twitter.com/4GjhbBHBxg
Así, ya son más de 2.000 las personas que se acumulan en la lista de espera para obtener las codiciadas mascarillas personalizadas de Baskin, muchas de ellas del país asiático.
"Creo que son geniales como objeto social y artístico. Representan la fusión de algo amenazante y protector al mismo tiempo, y eso me parece muy atractivo", opina el investigador especializado en biometría para asistencia sanitaria Robert Furberg.
Esta última cuestión pone sobre la mesa un preocupante debate, y es que al poner la tecnología al servicio de la seguridad, y también del marketing, como se hace cada vez más a menudo, más y más personas en todo el mundo se sienten perseguidas y vigiladas.
No obstante, el investigador de la vigilancia de la Universidad de Carolina del Norte (EEUU) Torin Monahan alerta de que proyectos como el de Baskin pueden llevar a una concepción errónea de la seguridad y sobre quién debe garantizarla, ya que pueden hacer que la gente crea que la vigilancia es inevitable y que las personas deben intentar resolver el problema por su cuenta.