Argentina se encuentra en un momento crucial para su futuro incierto con la negociación de la deuda externa, llevada adelante por el ministro de Economía, Martín Guzmán, quien se encuentra en EEUU para encontrarse con representantes de los principales acreedores.
El total de la deuda externa argentina asciende a 280.000 millones de dólares y la porción mayor, cercana al 65 %, está atada a legislación internacional. Con el FMI, el total de la deuda es de 44.000 millones de dólares. Para 2020, se estiman vencimientos por 37.000 millones de dólares, 12.800 millones de dólares con los bonistas privados, incluidos intereses.
Luego de una visita de la delegación del FMI al país a principios de mes, el organismo le dio la razón al Gobierno del presidente Alberto Fernández al concluir que la deuda argentina no es sostenible. Si bien no están de acuerdo con una quita de su parte, todo indica que hay intenciones de seguir negociando en buenos términos.
Este mismo pronóstico de desconfianza es el que manifestó en un texto de análisis el prestigioso economista estadounidense de origen turco Nouriel Roubini, en tándem con el italiano Alessandro Magnoli Bocchi, de experiencia en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial.
El pronóstico de Nouriel Roubini
El trabajo concluye que Argentina "no tiene un plan económico coherente para convencer a los acreedores de aceptar una oferta de canje con una significativa reducción de la deuda en términos de valor presente neto" y que "el riesgo de un default total está creciendo".
El diagnóstico de Roubini no se distancia demasiado del que realizó en septiembre de 2019, luego de los resultados de las elecciones primarias que tumbaron las expectativas de reelección al expresidente Mauricio Macri (2015-2019) y que llevaron a una reacción negativa de los mercados ante la incertidumbre política y al mayor desplome bursátil y monetario en un solo día en décadas.
Si bien la negociación con el Fondo pareciera encaminada, la deuda en dólares y bajo ley internacional con los actores privados pueden llegar a desestabilizar la situación financiera a un punto sin retorno si no no se logra convencerlos de una quita en el capital adeudado, de la reestructuración de los plazos o del porcentaje de intereses que cada postergación implica, negociaciones que apenas están comenzando.