Desde tiempos inmemoriales la torre de Londres ha sido escoltada por siete cuervos negros. Los nombres de los actuales son Jubilee, Harris, Gripp, Rocky, Erin, Poppy y Merlina, y residen en South Lawn a siete minutos del palacio de Buckingham desde donde son observados con detenimiento.
Se cree que Carlos II fue el primero en insistir en que se protegiera a los cuervos de la Torre después de que se le advirtiera que la corona y la Torre misma caerían si se iban.
La orden del Rey fue dada en contra de los deseos de su astrónomo, John Flamsteed, quien se quejó de que los cuervos impedían el negocio de su observatorio en la Torre Blanca.
Para la familia real, los cuervos son pájaros inteligentes y consideran que cada uno de los vigilantes tiene su propia personalidad. Pueden imitar sonidos, jugar y hasta resolver problemas, un logro que en este caso se debe gracias al trabajo de un entrenador personalizado: el Ravenmaster, el único que puede acercarse.
Los cuervos son libres de recorrer los recintos de la Torre durante el día y presidir cuatro territorios diferentes dentro de los muros de esta fortaleza real. Miles de visitantes se acercan a la edificación para observarlos desde las rejas, y algunos logran presenciar la hora de la merienda.
¿Qué cuidados reciben los cuervos en la Torre de Londres?
El Ravenmaster de vez en cuando recorta algunas de las plumas de vuelo primarias y secundarias de los cuervos para alentarlos a quedarse en la Torre. Los siete pájaros pueden volar pero gracias a este manejo de las plumas se asegura que permanezcan en la zona, para que nunca abandonen el edificio.
El cuervo Muninn voló a Greenwich y estuvo perdido durante una semana, hasta que por fin fue encontrado y devuelto a la Torre. También, con anterioridad un cuervo llamado George fue despedido por comer antenas de televisión, una actitud que no complacía mucho a los encargados del recinto.
También, el Ravenmaster se encarga de alimentar a los cuervos dos veces al día y se ocupa de que mantengan una dieta especial en la que no falten ratones, polluelos, ratas y una variedad de carnes crudas. El postre suele ser galletas empapadas en sangre.