El travieso minino blanco y negro examinó demoradamente al somnoliento perro que se encontraba a su lado en el sofá antes de decidir darle una bonita colleja. Para concretar el golpe, el felino acercó su pata a la cabeza del despistado can como si calculara el resultado del impacto.
Cuando finalmente decidió golpear a su amigo, el gato se arrepintió el mismo instante. El can se volteó bravo y casi alcanzó a responderle con un mordisco. El susto seguramente le enseñó una lección al osado minino.