Construido en la depresión natural situada en la provincia china de Guizhou y bautizado como el ojo del cielo, el FAST estuvo pasando por una serie de pruebas desde 2016.
La batalla de los titanes que el FAST le ha ganado a Arecibo
Una vez construido el FAST, arrebató el título de radiotelescopio más grande del mundo al Observatorio de Arecibo, situado en Puerto Rico. Si bien ambos telescopios tienen forma de enormes platos parabólicos, el FAST supera a su rival puertorriqueño en tamaño, es operado de manera diferente y es más flexible, informa el portal Science Alert.
La superficie de Arecibo no varía, pero el FAST puede cambiar la suya mediante unos 4.500 paneles individuales. El plato del FAST es más profundo que el de Arecibo. Esta característica técnica permite aumentar su campo visual.
Más capacidades de lo esperado
Todas las características técnicas del FAST han superado las expectativas de los ingenieros chinos. Las metas que suelen plantearse frente a este aparato son:
- realizar la investigación de hidrógeno neutral a gran escala;
- observar los pulsares;
- liderar la interferometría de base ancha;
- detectar moléculas interestelares;
- descubrir señales de comunicación interestelar.
Por si fuera poco, el FAST puede tardar años en realizar dos estudios de cielo particulares y una década en analizar los datos recolectados. Dado que estos estudios ocuparán tan solo la mitad del tiempo gastado en observar, el radiotelescopio chino será capaz de dedicarse a buscar exoplanetas con campos magnéticos.
Además, la sorprendente sensibilidad del FAST le permite medir la temporización de pulsares con una precisión 50 veces mayor que la lograda por otros aparatos en anteriores ocasiones. Con la ayuda del FAST los investigadores de China y de otros países serán capaces de medir por primera vez las ondas gravitacionales de frecuencia baja.
Es un gran avance que implica que "los científicos podrán descubrir más estrellas desconocidas, fenómenos cósmicos y leyes del universo o incluso detectar vida extraterrestre", declaró la científica Li Kejia, del Instituto para Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Pekín.