En 2019, Pekín aplicó medidas fiscales destinadas a estimular las actividades económicas. El principal regulador financiero de China ha reducido en varias ocasiones el coeficiente de caja que refleja la porción de depósitos que un banco debe mantener en reservas. Este paso tenía como objetivo incrementar la liquidez. Además, las autoridades chinas bajaron las tasas del impuesto sobre el valor añadido (IVA):
- del 16% al 13% para el transporte;
- del 10% al 9% para la construcción y otros sectores.
Además, China disminuyó del 20 al 16% la tasa de aportaciones obligatorias que los empleadores solían destinar a los fondos de seguridad social. Así, Pekín ofreció exoneraciones fiscales por un valor de 2 billones de yuanes —más de 145.600 millones de dólares— a varias empresas. Como resultado, la producción industrial en diciembre del 2019 aumentó un 6,9% respecto a los indicadores del 2018 y un 5,7% en términos anuales.
La ralentización de la economía china fue provocada sobre todo por factores externos negativos. La demanda de bienes acabados e intermedios se desplomó como consecuencia de la reducción de la actividad económica mundial. Hoy en día, el gigante asiático ocupa una posición importante en la cadena de suministros mundial, por ello la caída de las exportaciones chinas ha afectado la actividad económica dentro del país.
La guerra comercial con EEUU tampoco rindió beneficios a China. De esta manera, los estímulos fiscales deben reducir el impacto de los factores negativos y rebajar el coste de la producción, haciendo que los bienes chinos sigan siendo competitivos en el mercado, destacó a Sputnik el experto de la Universidad Popular en Pekín, Bian Yongzu.
"Las medidas fiscales utilizadas por China también persiguen el objetivo de aumentar la demanda interna. Esta mejora ayudará al negocio a sobrevivir en los tiempos difíciles. Sin embargo, será imposible reducir algunos efectos negativos sobre la economía", explicó el analista.
Por ejemplo, los estímulos fiscales condujeron a que aumentase el déficit presupuestario de China que en 2019 creció del 2,6% al 2,8% del PIB. En contraste con el de EEUU, que supera el 4% del PIB, tales cifras parecen insignificantes. Bian Yongzu considera que no hay motivos para preocuparse sobre el bienestar de China mientras su déficit no supere el 3% del PIB, considerado en todo el mundo como el límite seguro.
"Frecuentemente, los países aumentan su déficit presupuestario para impulsar el crecimiento de la economía. En el futuro este crecimiento como norma repercutirá en el aumento de los ingresos fiscales", comentó.
El interlocutor de Sputnik también señaló que China tendrá que aumentar la eficacia de sus inversiones. Para lograr este objetivo, las autoridades chinas ya están reformando las empresas estatales. Anteriormente, todos los proyectos de infraestructura más importantes fueron financiados por el Estado porque es difícil que ofrezcan rendimientos a corto plazo.
"Sin embargo, ahora los principales proyectos de infraestructura sirven a las necesidades de mercado. Se trata de las inversiones de una gran eficacia económica (...). Además las autoridades chinas tienen que optimizar su planificación política para que las empresas guiadas por un plan de Estado podían tomar decisiones acerca de las inversiones de forma independiente basándose en la situación de mercado", concluyó Bian Yongzu.
Poco a poco China aumenta su apertura de mercado al mundo. Este año, el país asiático levantará las restricciones impuestas a la participación del capital extranjero en su sector financiero. Además, el Ministerio de Recursos Naturales anunció que a partir del 1 de mayo del 2020 todas las empresas con activos mayores de 300 millones de yuanes (unos 43,7 millones de dólares), incluidas las extranjeras, podrán solicitar licencias que autorizan la extracción de recursos naturales en China.