Desde disfunción sexual hasta depresión, la pornografía podría estar modificando el cableado neuronal del cerebro en las personas que consumen porno de manera recurrente.
El peligro de un consumo excesivo
Las escenas porno, como toda sustancia adictiva, son hiperestimulantes y conducen a niveles anormalmente altos de secreción de dopamina. Esto puede afectar el sistema de recompensa, por lo que las personas no responden a los estimulantes sexuales normales y lleva a los usuarios a experimentar dificultades para excitarse con un compañero físico.
Asimismo, las explosiones de recompensa y placer ante factores antinaturales y fuertes conducen a altos grados de habituación.
Pornhub ha revelado que el sexo convencional está siendo reemplazado por temas como el incesto y la violencia. El aumento de la violencia sexual en línea podría disparar las tasas de incidencia en la vida real.
Y esto no es todo. Varios estudios demuestran que los cambios en la transmisión de dopamina pueden facilitar la depresión y la ansiedad, de acuerdo con Rachel Anne Barr, estudiante de doctorado en Neurociencia de la Universidad Laval.
Barr explica que los consumidores de pornografía padecen de mayores síntomas depresivos, una menor calidad de vida y peor salud mental en comparación con aquellos que no ven este contenido.
Un cerebro en retroceso
"Para comprender mejor el papel de esta estructura en el comportamiento, es importante saber que permanece subdesarrollada durante la infancia. Es por eso que los niños luchan para regular sus emociones e impulsos", explicó la científica.
El daño a esta parte de nuestra corteza en la edad adulta es conocido como hipofrontalidad, lo que puede ocasionar que un individuo se comporte de manera compulsiva y tome malas decisiones.
"Es algo paradójico que el entretenimiento para adultos pueda revertir nuestro cableado cerebral a un estado más juvenil. La ironía mayor es que, si bien la pornografía promete satisfacer y proporcionar satisfacción sexual, ofrece justo lo contrario", sostuvo Barr.