Caracas parece presa del mito que se ha construido de ella: una ciudad invivible, enfrentada, con una pistola siempre a punto de robar a alguien, pobreza en las esquinas y zonas de oasis dolarizados. Esa imagen es producto de una construcción social alimentada por grandes medios de comunicación que la reproducen diariamente, y cuyo trabajo de los fotógrafos es central.
Es la fotografía dominante, hegemónica, la que impregna los imaginarios de quienes no conocen la capital venezolana o viven en sus oasis. La ciudad, sin embargo, no entra ni se reduce a esos estereotipos que le han construido. Caracas tiene muchas ciudades en su interior, pero pocos trabajos de imágenes que las muestren. Apuntando a deconstruir sus mitos, nació el colectivo de fotógrafos Callejera Criolla.
Comenzaron a presentarse a mediados del 2019. Salvatore, Maxwell Briceño, Marcelo Volpe, Darwin Cañas —alias Dikó—, Nica Guerrero, Carlos Foucault y Cacica Honta integran el colectivo, cada uno de ellos con su trabajo personal. Pero la idea no era potenciar el trabajo de cada uno, sino crear una propuesta colectiva. El objetivo primero fue contrarrestar "la imagen hegemónica que se está construyendo sobre Venezuela y sobre los venezolanos y venezolanas", remarca Salvatore.
"El marco de la propuesta inicial era que se estaba invitando a fotógrafos que compartieran la amplitud de una orilla del río político, fotógrafos que se identificaran con la izquierda, en ningún momento ha habido la pretensión de ser un colectivo fotográfico desde lo no político", explica.
La ciudad sin fotos
Caracas tiene fronteras internas. Una de ellas, la principal, es entre el este y el oeste, las zonas de mayores recursos económicos y las de clases populares. No se trata de un corte lineal —en el este se encuentra, por ejemplo, Petare, la barriada más grande de la ciudad— pero opera como imaginario y realidad: las clases medias y altas que viven en el este no suelen ir al oeste.
El oeste es también el centro de la ciudad: la plaza Bolívar, las instituciones públicas, el palacio presidencial, el Panteón, el casco colonial. Un centro que a su vez se encuentra rodeado de barrios populares como el 23 de Enero, Catia, La Pastora, Sarría, o San Agustín.
Todos los integrantes de CACRI viven en el oeste, son de sus calles, bares, conversas, cotidianeidades. "Tomamos fotos en el transcurso de lo que hacemos, vinculadas a nuestras labores económicas, sociales, a nuestro trabajo", dice Salvatore. Y como dice el nombre del colectivo, el eje está en lo callejero.
La pertenencia al sitio, así como la forma de abordar a quienes serán entrevistados, crea un resultado que sorprende a quienes ven las fotos:
"Hay mucha gente que se pregunta, 'cómo hacen ustedes para salir a hacer fotografía de calle sin que los roben en el intento', porque todo el mundo ve Caracas como algo trágico, que 'si salgo a una esquina me van a robar', la gente se siente motivada al ver el trabajo porque 'salen a captar la cotidianeidad sin problema alguno'", dice Briceño.
En eso existe una de las varias dimensiones políticas del trabajo de CACRI: "Parte de la respuesta de vamos a mostrar una ciudad diferente, dinámica, viva, es tomar una foto donde la gente dice 'ahí no se debería sacar una cámara', entonces ya no es solamente el tema, sino la existencia misma de esa foto en el marco de una ciudad que para muchos es la más peligrosa del planeta'".
La ciudad que muta
Caracas ha cambiado en los últimos tres años. Una de esas mutaciones se ha visto en las calles, producto de una economía bajo bloqueo internacional, en crisis y empequeñecimiento. "La crisis ha hecho que la sociedad saliera más a la calle, las dinámicas sociales, laborales, afectivas, familiares, culturales han sido obligadas un poco por la crisis a tomar la calle", analiza Salvatore.
La economía callejera tomó un espacio central en una economía ya acostumbrada a la informalidad, "caracterizada por el rebusque", como explica el fotógrafo. Así aparecieron oficios reconvertidos como el de las barberías callejeras que se multiplicaron por la ciudad.
"La calle es mucho más rica visualmente y es lo que retratamos, una cotidianeidad en un momento particular, empujada por la crisis económica a ser lo que es, el pueblo está resolviendo su propia dinámica, el Estado está haciendo cosas puntuales en término económico como los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, los bonos, pero hay otra parte de la economía que la está resolviendo el mismo pueblo vía trabajo informal, vía remesas".
Mucha gente ya no está y es parte de la mutación de Caracas y del país. Briceño cuenta que recibe muchos mensajes de quienes se han ido del país, "me dicen 'wao, por un momento estoy otra vez en mi país', se nutren con esas imágenes".
Es lo que Salvatore define como "un nuevo sujeto venezolano" que años atrás no existía "de manera masiva". El migrante: "estamos apenas codificándolo, tanto ellos como migrantes, y los que nos quedamos estamos codificando nuestra relación con el migrante, y a la vez que como nuevo sujeto que es 'los que nos quedamos'".
La foto es entonces un puente, "ayuda a que el vínculo simbólico y afectivo no se rompa", explica. CACRI es "una foto positiva en el sentido moralizante, un aporte de los que nos quedamos, los que se fueron se vinculan así a Caracas desde una lógica de reencuentro, de nostalgia".
La ciudad que resiste
El trabajo de CACRI muestra otra ciudad, y lo hace sin añadido digitales: "no alteramos casi nunca el color de los cielos, no es una fotografía basada en una reconfiguración técnica y tecnológica de una imagen, es una imagen documental, hay una relación histórica entre la sociedad y la fotografía y tú estás ante una verdad", explica Salvatore. Eso hace que la foto sea verosímil.
Así queda retratada una ciudad invisible a la imagen hegemónica. CACRI busca "evadir los prejuicios visuales sobre lo que es feo o bonito, lo que es fotografiable de lo que no, el sujeto que debería salir en pantalla y los que no normalmente no deberían".
"La estrategia fue destruirnos la cotidianeidad, ir a lo más fundamental, la comida, el tiempo para el descanso, las relaciones afectivas, quebrar la red de vínculos, así que la cotidianeidad es una respuesta contundente, demostrar que aquí estamos y nuestros vínculos sociales siguen vivos es la mejor respuesta que se puede dar porque ese es el centro del ataque", explica Giuliano Salvatore.
El trabajo de CACRI es un espejo que retrata a Caracas y a su gente de la manera en que no la muestran los grandes medios o la viven quienes están en sus oasis dolarizados. Es una ciudad viva, contradictoria, caribeña, de gente real que ríe, enfrenta, padece, se levanta cada día a construir un país, una patria.