Entre 1946 y 1958 EEUU explotó 67 bombas nucleares en el territorio de las Islas Marshall y 43 de estas bombas se arrojaron sobre el atolón Enewetak que también fue el polígono para docenas de pruebas de armas biológicas. Posteriormente, EEUU construyó la cúpula de Runit donde almacenó todo el material radiactivo.
Un peligroso legado
"Me pregunto, cómo puede ser [el domo] nuestro. No lo queremos tener aquí. No lo construimos. La basura que guarda dentro no es nuestra. Es la suya", declaró la presidenta de la República de las Islas Marshall, Hilda Heine.
Muchas personas en el país consideran que el domo de Runit representa una manifestación más visible del legado nuclear de EEUU, símbolo de sacrificios que el pueblo de las Marshall hizo por la seguridad del país norteamericano y promesas incumplidas que recibió a cambio, escribe Susanne Rust, periodista de Los Angeles Times.
Los engaños de Washington
Los dirigentes de las Islas Marshall alegaron que las autoridades estadounidenses los habían engañado en repetidas ocasiones acerca de la magnitud y el grado de devastación causada por su basura nuclear.
Los Angeles Times estudió miles de documentos y entrevistas con los funcionarios de ambos países y descubrieron que el Gobierno de EEUU había ocultado piezas de información clave sobre el contenido escondido bajo la cúpula y sus programas de ensayo antes de que dos Estados sellaran el acuerdo de 1986. Este tratado liberó a Washington de la posterior responsabilidad por la basura.
¿Por qué es peligroso vivir en varias islas del atolón?
Hoy en día, los expertos del Departamento de Energía animan a los residentes locales a regresar a las partes de Enewetak que ellos habían abandonado a raíz de ensayos realizados durante la Guerra Fría. Sin embargo, muchos dirigentes de las Islas ya no creen en las garantías de seguridad dadas por parte de EEUU.
"Nosotros no éramos científicos nucleares que podíamos verificar de forma independiente lo que EEUU nos había estado contando. Éramos solo habitantes isleños que desesperadamente queríamos volver a nuestras casas", declaró Jack Ading, senador del atolón Enewetak.
La inseguridad de residencia en varios recintos de Enewetak se comprueba por el estudio que se publicó este año. En él, un equipo de científicos de la Universidad de Columbia, EEUU, descubrió que los niveles de radiación registrados en algunos lugares del atolón y otras partes de las Islas Marshall pueden rivalizar con los de Chernóbil y Fukushima.
El deber incumplido
Los periodistas de Los Angeles Times opinan que un descubrimiento como este puede ofrecerles a los políticos del país isleño más razones en su lucha por desafiar el acuerdo de 1986 — cuya renegociación está programada para el 2023 — y presionar a EEUU para que recompense los reclamos de salud y de propiedad ordenados por el tribunal internacional.
Sin embargo, la embajadora de EEUU en la República de las Islas Marshall, Karen Stewart, declaró que Washington pagó más de 600 millones de dólares en forma de compensaciones de gastos de reasentamiento y rehabilitación por los daños causados por la radiación.
Recuerdos de los testigos
Nerje Joseph de 72 años fue testigo de la mayor explosión nuclear realizada por EEUU, bautizada como Castle Bravo. La mujer recuerda cómo se despertó aquel día remoto y vio dos soles poniéndose sobre el atolón de Rongelap. Inicialmente apreció el astro común que se ponía en el este, trayendo su luz y calor a la laguna tropical cerca de su casa. Posteriormente avistó el otro que surgió en el oeste y que en un instante cambió su color de naranja al rosa, desapareciendo como si nunca hubiera existido.
Los productos de aquella explosión cayeron como nieve sobre las casas de los residentes de Rongelap, contaminando su piel, el agua y la comida. Las autoridades estadounidenses evacuaron a los habitantes del atolón solo dos días después del ensayo, según indicaron Joseph y varios documentos gubernamentales. Para aquel momento algunos residentes ya empezaron a sufrir consecuencias de una severa radiación contaminante: quemaduras en la piel y vómitos, entre otras.
"El ensayo de Castle Bravo y otros ayudaron a EEUU a establecer la credibilidad de su arsenal en la carrera armamentística nuclear con su rival de la Guerra Fría, la URSS. Pero estas pruebas tuvieron un costo terrible; Joseph y otros habitantes de las Marshall acabaron convirtiéndose en 'conejillos de indias' humanos", consideran los periodistas del medio.
Pasados tres años después de Castle Bravo las autoridades estadounidenses animaron a Joseph y a sus vecinos a regresar a Rongelap. Este reasentamiento fue catastrófico para la gente que sufrió cáncer, abortos espontáneos y deformaciones múltiples. Diez años más tarde, en 1967, 17 de 19 niños desarrollaron trastornos de tiroides.
En 1985 habitantes de Rongelap pidieron que Greenpeace los evacuara de nuevo después de que EEUU rechazara hacerlo, según documentos gubernamentales y nuevos reportes que se publicaron de eventos producidos en aquella época.
Susanne Rust destaca que EEUU mostró negligencia en el tema de seguridad no solo con respecto a los habitantes de las Islas Marshall, sino con relación a sus propios soldados. Al menos 4.000 militares tardaron tres años en recolectar los desechos radiactivos en Enewetak y almacenarlos bajo la cúpula de Runit.
Uno de los soldados, citados por el medio estadounidense, se encontraba en Enewetak formando parte de un batallón de ingenieros de EEUU. Comunicó que no sabía que estaba trabajando en un terreno radiactivo hasta que leyó la noticia sobre el domo en la prensa.
"Nos pidieron mezclar la tierra con hormigón. No teníamos máscaras ni respiradores ni prendas específicas para aquella ocasión. Mi uniforme era un par de zapatos de combate, un pantalón corto y un sombrero. Era lo que tenía. No llevaba ni camiseta, ni gafas. Hacía demasiado calor y humedad para ponerse nada más", apuntó.