En marzo de 1990, un tal Alexandr Shmónov escribió una carta en la que acusaba a Gorbachov de haber matado a civiles en Tiflis en abril de 1989 y en Bakú en enero de 1990, pero no recibió respuesta. El 7 de noviembre llegó a la Plaza Roja con una escopeta de dos cañones.
Alexandr Shmónov había estado preparándose para el ataque durante varios meses. Para conseguir un arma, se unió a la comunidad de cazadores y pescadores. En octubre dejó su trabajo y llegó a Moscú dos días antes de la jornada festiva. A través de los periódicos, Shmónov averiguó dónde y cómo se formarían las columnas de participantes de la manifestación festiva que iban a pasar por la Plaza Roja, y se unió a una de ellas. Por si acaso, metió una nota póstuma en el bolsillo de su abrigo.
Al acercarse al Mausoleo en la principal plaza de Moscú, Shmónov sacó la escopeta, apuntó a la cabeza de Gorbachov y apretó el gatillo. Gorbachov tuvo suerte: la distancia que lo separaba del asesino era inferior a 50 metros. Shmónov podría haber dado en el blanco, pero un policía, el sargento mayor Andréi Mílnikov, que estaba cerca, interceptó el arma y la giró. Los disparos se produjeron al aire.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 25 октября 2019 г.
Un año después, al terrorista que erró el blanco lo declararon loco y lo hicieron someterse a tratamiento. A mediados de los 90, Shmónov ya estaba libre.
Shmónov escribió un folleto titulado Cómo y por qué le disparé al jefe del Estado totalitario M. Gorbachov. Hace cinco años, en una entrevista con Sobesednik, comentó que el 7 de noviembre de 1990 no iba solo a matar a Gorbachov, sino que tenía un cómplice armado con una pistola. Pero este tuvo miedo de disparar y desapareció.
Al sargento mayor Mílnikov, que salvó a Gorbachov, lo premiaron con la Orden al Coraje Personal, medalla otorgada a los ciudadanos soviéticos por demostrar una notable valentía.