Los derechos humanos son su campo de acción, con interés particular en la protección del individuo ante los desafíos tecnopolíticos. Trabajó con el fundador de la WWW, Tim Berners-Lee, antes de tomar las riendas de la Fundación Ciudadanía Inteligente, en Chile.
Atendió a Sputnik antes de pronunciar una conferencia en la London School of Economics (LSE), en colaboración con la sede londinense del Instituto Cervantes, titulada '2009-2019: una década revolucionaria para la libertad de expresión'.
A continuación Sputnik les ofrece el texto completo de la entrevista con Renata Ávila.
— ¿Cuál es el balance de la década?
— El balance no es positivo, pero podemos avanzar aprendiendo las lecciones, evitando repetir los errores y siendo más valientes, elevando nuestra voz inmediatamente cuando nuestros derechos estén siendo amenazados, no cediendo un centímetro de espacio.
— ¿Qué impidió apuntalar la libertad de expresión?
— Creo que no hemos aprovechado plenamente las posibilidades que la Web nos ofrece. Se trasladaron a su arquitectura muchas deficiencias de la arquitectura física: se descuidó el interés público favoreciendo los intereses militares y corporativos, se han reestablecido fronteras filtrando contenidos dependiendo del lugar de donde se esté, bloqueando la posibilidad de un acceso a una Web rica en conocimiento para todos. Terminamos con una Web pobre para los pobres y una super Web, exclusiva, para aquellos que la pueden pagar. Reproducimos y agudizamos desigualdades.
— ¿Qué ha aprendido del caso Assange?
— ¿Como cree que evolucionará?
— La evolución del caso Assange depende del entorno político y mediático más que del jurídico. En términos jurídicos es clarísimo: se está extraditando a un periodista por hacer su trabajo.
— ¿En qué argumentos se apoyará su defensa en la vista de extradición a EEUU?
— El argumento central es que ningún periodista debe ser perseguido en pleno siglo XXI, con una ley anacrónica de espionaje, por publicar información de gobiernos. Esa ley fue diseñada para castigar a personas que filtraban secretos de un gobierno a otro, no a aquellos que sacaban a la luz crímenes de lesa humanidad. El efecto que produciría en el periodismo de investigación global sería devastador. Significaría que los periodistas internacionales no podrán auditar sin tener que enfrentarse a cadenas perpetuas, al Ejército y las corporaciones más grandes del mundo.
— ¿Se puede proteger a filtradores y alertadores?
— Sí que se puede, pero una ley no basta. Necesitamos crear una red de solidaridad para ellos. Es importante resaltar que no hay un solo lugar en el mundo donde exista una protección completa y consolidada para éstos, precisamente cuando más se necesita, con gobiernos autoritarios y monopolios al alza. El primer paso sería ganar el caso de extradición contra Julian Assange. Que saliera de Reino Unido en libertad y reivindicado, junto con Chelsea Manning.
— Quiere abordar el 'colonialismo digital' en su próximo libro, ¿a qué se refiere?
— ¿Cómo ve el futuro digital?
— El futuro aún no está escrito. Depende de nuestra generación darle un giro hacia la libertad y la solidaridad.