Antes se pensaba que estos agujeros, llamados fenestra dorsotemporal, estaban llenos de músculos que ayudaban a operar la poderosa mandíbula. Sin embargo, según el anatomista Casey Holliday, de la Universidad de Misuri (EEUU), algo no encajaba.
"Es realmente extraño que un músculo salga de la mandíbula, haga un giro de 90 grados y recorra el techo del cráneo", destacó. "Ahora tenemos muchas pruebas convincentes sobre los vasos sanguíneos en esa área que se basan en nuestro trabajo con aligátores y otros reptiles", añadió.
Así, Holliday y sus coautores, William Porter y Lawrence Witmer, de la Universidad de Ohio, y Kent Vliet, de la Universidad de Florida, tomaron cámaras termográficas y fueron a observar a un grupo de cocodrilos en el parque zoológico St. Augustine Alligator Farm.
"Notamos que, cuando hacía más frío y los caimanes intentaban calentarse, nuestra imagen térmica mostraba grandes puntos calientes en estos agujeros en el techo de su cráneo, lo que indica un aumento de la temperatura", subrayó Vliet.
"Más tarde, cuando hacía más calor, los agujeros parecían oscuros, como si estuvieran apagados para mantenerse frescos. Es consistente con la evidencia previa de que los cocodrilos tienen un sistema circulatorio de corriente cruzada, o un termostato interno, por así decirlo", concluyó.
De lo que los científicos pueden estar seguros hoy en día tras esta investigación es que no hay características osteológicas en el cráneo del T-rex que indiquen que la fenestra era un lugar de convergencia de músculos. Más bien, la fenestra dorsotemporal podría haberse utilizado para regular la temperatura del cráneo, al calentar o enfriar la sangre que fluye a través de los vasos sanguíneos en las estructuras.