Allí, en la Escuela de Investigación de Tecnologías Químicas y Biomédicas, encabeza un equipo que trabaja en temas de mayor relevancia en el mundo de la ciencia. Precisó en una conversación con Radio Sputnik que el grupo trabaja en tres áreas.
Primero, desarrolla sensores biomédicos —"supersensibles, de bajo costo y fáciles de usar"—, destinados a diagnosticar enfermedades, entre ellas cáncer o párkinson.
Segundo, está avanzando en nuevos métodos "completamente innovadores" para "analizar objetos a escala nanométrica", que descubren en ellos características antes desconocidas. Subrayó que es algo que no permite ningún microscopio óptico.
Por último, desarrolla "nuevos materiales, especialmente nanomateriales".
Cuenta que lo que le llevó al corazón de Siberia fue su vida "nómada", algo normal para un científico que tiene que "viajar mucho" si quiere crecer. Su camino quizás fuera predestinado. Desde chico quiso entender "cómo funciona el mundo", lo cual se desembocó en la afición por ciencias como física y química. La ciudad universitaria de Mérida, de la que proviene, fue el lugar ideal para dedicarse a la ciencia. Allí recibió una educación "buena" y "gratuita".
Cuando le surgió la oportunidad de "hacer estudios en el exterior", pudiendo elegir entre ir a EEUU o Europa, optó por la última opción. Hizo su doctorado en París, prosiguió sus investigaciones en Lituania y luego fue en Alemania, donde pasó 6 años. Fue allí donde conoció a su esposa rusa Evgeniya Sheremet, también científica experimentada. En un momento se dieron cuenta de que no pueden seguir desarrollándose como profesores a un ritmo deseado, debido a lo complicado que es hacer en Alemania su propio grupo científico. Así que cuando apareció la posibilidad de cumplir sus sueños en Rusia, hicieron las maletas y se fueron.
"Aquí en Rusia cada día es una anécdota", ironizó al respecto.
"A Rusia la considero ahorita mi casa, aquí es donde vivo, aquí está mi familia, este es mi lugar", concluyó Raúl Rodríguez.