Cuatro cráneos con perforaciones y marcas extrañas alrededor de las mandíbulas, encontrados sin ofrendas mortuorias entre los restos de un basural: esos fueron los elementos que los investigadores Francisco Garrido y Catalina Morales analizaron para concluir que el Imperio Inca practicaba ciertos rituales con el objetivo de subyugar a los recién llegados.
"Representarían un esfuerzo de dominio ideológico sobre poblaciones recientemente incorporadas al imperio, con el fin de demostrar poder y asegurar obediencia", se lee en el abstract del estudio, publicado en agosto de 2019 por la revista 'Latin American Antiquity', de la Cambridge University Press.
Los autores explican que la expansión del pueblo inca hacia el valle de Copiapó (región de Atacama, Chile) entre finales de 1400 y principios de 1500, implicó la catalización de importantes cambios políticos y simbólicos, así como cambios económicos en la producción minera y la instalación de infraestructura logística y administrativa.
Allí también surgieron nuevas formas de "violencia ideológica", concluyó el análisis de Garrido. En las ruinas de la Iglesia Colorada el científico encontró evidencia de un "patrón funerario sin precedentes" que implicaba la exhibición y descarte de cabezas cercenadas en un basural.
En 2003, cuando se encontraron los cráneos entre restos de comida y pedazos de cerámica desechada, se plantó un misterio que hasta ahora había desconcertado a los arqueólogos.
¿Por qué no había cuerpos ni evidencia de un entierro formal, como las joyas que se les colocaban a los cadáveres para que llevasen a su futura vida?
La explicación de Garrido, investigador del Museo Nacional de Historia Natural en Santiago, Chile, es que los incas recurrieron a la violencia y el terror para someter a los habitantes nativos de las regiones de los Andes que iban conquistando, y que esos cráneos (que alguna vez fueron cabezas de personas) se exhibían como advertencia al pueblo.
Tres de los cráneos pertenecían a mujeres jóvenes y uno a un niño. Por la densidad del hueso, los investigadores concluyeron que todas las víctimas estaban desnutridas.
"No parece que los Incas hayan atacado a los líderes" de las aldeas a las que sometían, explicó Garrido a Live Science. Los hombres jóvenes y saludables habrían sido utilizados como trabajadores o guerreros.
Pero este reino de terror no se extendió por todo el Imperio Inca, aclaró Garrido. "No fue una ola de asesinatos", aseguró. Ese tipo de rituales de dominación eran específicos de esa ciudad.
Según el investigador, el Imperio Inca habría enfrentado dificultades para gobernar la ciudad: la Iglesia Colorada estaba lejos de Cuzco (donde estaba el centro del imperio) y escondida en la región más seca del mundo, el desierto de Atacama. Para demostrar poder y control en ese lugar, los incas podrían haber recurrido a medidas extremas.