El experimento, que duró 18 meses, ayudará a los científicos del Alliance for System Safety of UAS through Research Excellence (Assure) a desarrollar una nueva metodología de pruebas de seguridad.
Según explicaron los autores del estudio, contrariamente a la opinión popular, los drones no son tan peligrosos, ya que la mayor parte de sus componentes son de plástico, de modo que tienden a absorber una cantidad significativa de energía de impacto.
"Un error común es pensar que un dron es como una piedra, y cuando te golpea, te va a herir como si fuera una piedra", declaró el encargado del estudio, David Arterburn.
Los investigadores realizaron 512 pruebas de impacto y simulaciones, lanzando 16 drones diferentes, además de varios objetos como baterías o bloques de madera de 0,3 a 5,8 kg, y utilizaron en su experimento tanto muñecos de prueba de colisiones como cadáveres. Como resultado, llegaron a la conclusión de que las heridas más comunes eran laceraciones, cortes en la piel y moretones. Solo en uno de los casos, el golpe causó una lesión ocular grave.
Según admitió Arterburn, las compañías fabricantes de drones necesitaban este estudio para elaborar los estándares más claros, algo que, a su vez, podría ayudarles a modificar el diseño para hacer más seguros sus productos.
El científico subrayó que "tanto la construcción como el peso del dron juegan un papel importante en definir el potencial de lesiones".
Por ejemplo, una batería de litio externa de 0,2 kg provoca un mayor riesgo que la misma batería instalada dentro de un dron de 1,2 kg.