El aporte de los fotógrafos latinoamericanos a la iconografía mundial y al arte de la fotografía ha sido reconocido y destacado por los grandes medios del mundo. Muchos conocen las obras pero son pocos los que se han interesado en saber quién estuvo detrás del lente.
Manuel Álvarez Bravo (México)
México ha sido una cantera inagotable de aportes a la fotografía de Latinoamérica y del mundo en general. Para poder tener una dimensión de la iconografía de los primeros años de la revolución mexicana y de la vida de Diego Rivera, Frida Kahlo, Siqueiras, y muchos otros, "hay que remitirse a la obra de Manuel Álvarez Bravo", dijo a Sputnik Kaloian Santos Cabrera, fotoperiodista y docente cubano.
"Álvarez Bravo supo plasmar los paisajes y la gente de su país, y la vida que se vivía en México en ese momento con un magistralidad y una originalidad como ningún otro lo ha hecho", aseguró Santos.
Este genio mexicano también tuvo la posibilidad de trabajar al lado del cineasta ruso Sergei Eisenstein, de quien tomó mucho de la técnica fotográfica.
Pero a juicio de Santos, no se puede hablar de la fotografía mexicana sin mencionar a Dolores Concepción Álvarez Bravo (Lola), esposa de Álvarez Bravo y autora de las fotos más impactantes de Frida Kahlo.
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A principios del siglo XX, Lola destacó por utilizar diferentes técnicas de revelado e impresión que aprendió de su pareja, y por impregnar a sus fotos un estilo único: "cuando todo eran poses y montajes, ella buscaba esa escena espontánea y de ahí que las mejores fotos de la pintora mexicana Frida Kahlo fueron suyas", aseguró el fotoperiodista.
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Santos también mencionó al escritor mexicano Juan Rulfo, reconocido por sus novelas El llano en llamas (1950) y Pedro Páramo (1955) en las que también se puede apreciar su ojo fotográfico.
"Si leemos estas dos obras de la literatura universal, vemos que hay cierta influencia de su apreciación fotográfica. Las descripciones que allí se encuentran parten del hecho de haber sido también una gran fotógrafo", dijo el fotoperiodista cubano.
Alberto Korda (Cuba)
Con el triunfo de la Revolución cubana en 1959, llegaron a Cuba una gran cantidad de fotógrafos estadounidenses para fotografiar lo que estaba sucediendo en la isla. Pero nunca estos primeros años fueron mejores captados que por los propios autores cubanos.
Este momento de la historia se conoce en la iconografía cubana como "la época épica de la fotografía", y sus representantes más reconocidos fueron Raúl Corral, Ernesto Fernández, Liborio Noval y Alberto Díaz Gutiérrez, más conocido como Alberto Korda y autor de la icónica foto del Che Guevara, entre otros.
"Alberto Korda es quizás el fotógrafo más conocido y desconocido de la fotografía cubana. Es el más universal de los fotógrafos cubanos por la foto del Che, una imagen que lo atrapó y que sin embargo no es su mejor foto", aseguró Santos.
Alberto Korda fue pionero en la fotografía de moda de los años 40 y 50. Al triunfo de la Revolución se dedicó al fotoperiodismo y más adelante a la fotografía submarina. "Fue un revolucionario", así lo definió Santos.
Grete Stern (Argentina)
Stern fue una diseñadora y fotógrafa alemana nacionalizada argentina. Lo revolucionario de esta autora fue su trabajo de fotomontaje, una técnica que a mediados del siglo XX era muy poco conocida en Latinoamérica.
La obra de Stern se publicó en Argentina en una columna de la revista Idilio nombrada "Sueños", donde la autora hacía una interpretación de los sueños utilizando estos fotomontajes.
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Stern fue compañera de vida de Horacio Coppola, uno de los grandes fotógrafos argentinos famoso por sus imágenes sobre la vida en Buenos Aires.
También más cercano en el tiempo, está Marcos López, un fotógrafo y artista plástico contemporáneo argentino que estudió cine en Cuba, y en cuyas fotografías "se puede apreciar una puesta en escena que hace referencia a la cotidianidad argentina", comentó Santos.
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Sergio Larrain (Chile)
Este chileno tuvo una exitosa carrera como fotoperiodista entre 1958 y 1968 con la mítica agencia de fotografía Magnus.
Larraín viajó por casi todo el mundo, fotografió como nadie París, y una de sus imágenes de esta ciudad inspiraron a Julio Cortázar para escribir Las babas del diablo. Este autor un día optó por cambiar su mirada y se aisló en la precordillera chilena para vivir y meditar.
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"Es mucho vagabundeo, estar sentado debajo de un árbol en cualquier parte. Es un andar solo por el universo. Uno nuevamente empieza a mirar, el mundo convencional te pone un biombo, hay que salir de él durante el período de fotografía", definió Larrain.