En general, la tendencia es que se vayan 'acortando las facciones' como parte del proceso de selección natural. Este implica que a medida que ocurren mutaciones al azar en el código genético de un organismo, las que son beneficiosas se preservan porque ayudan a incrementar las chances de éxito reproductivo de las especies.
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"Cuando algo varía más allá de la regla, uno tiende a pensar que hay algún tipo de fuerza adaptativa que 'premia' la variación. Por ejemplo, la posibilidad de reconocernos entre nosotros", dijo Esteban Hasson, investigador del CONICET y autor del libro Evolución y selección natural.
Al vivir en sociedad, si alguien nos debe dinero debemos poder reconocerlo, y lo mismo sucede con una pareja. Se cree que el proceso de diferenciación va a continuar en el futuro y nuestros rostros serán cada vez más distintos. Otra tendencia que se observa es la juvenilización del rostro.
"Nuestra cara se parece más a las formas juveniles de nuestros antepasados. El proceso por el cual el adulto actual tiende a parecerse al joven de una especie ancestral se llama neotenia", agregó Hasson.
De acuerdo al catedrático de paleontología Paul Palmqvist, esto llevaría a que en un futuro tengamos caras aún más reducidas, órbitas oculares más grandes, mentón más pequeño, y una bóveda craneal más desarrollada. De todas formas, esto solo pasaría si se mantiene la tendencia actual, lo cual es muy difícil de determinar ya que en la evolución de las especies inciden el azar y los factores ambientales.