El libro incluye fotografías de los animales y reproducciones de la extensa colección de recuerdos y memorabilia sobre estos pioneros astronautas que conserva el fotógrafo británico Martin Parr.
"Me quedé prendado en el primer instante que vi una pieza coleccionable de un perro espacial", recuerda en el prólogo el galardonado profesional.
Figuritas de porcelana de Belka y Strelka en sus trajes espaciales, platos con la imagen impresa de Laika o de Zvezdochka, un juego de muñecas matrioshka, postales y una caja de cigarrillos con la imagen del primer perro en orbitar la Tierra, resaltan entre el centenar de ilustraciones de la publicación.
Parr recuerda que "Rusia estaba ganando la carrera espacial" a Estados Unidos con un programa centrado en adiestrar perros callejeros y lanzarlos en órbita para que despejaran el camino a Yuri Gagarin, Valentina Tereshkova y sus sucesores.
"Rusia necesitaba héroes y Laika —y más tarde Belka y Strelka— cumplieron este papel perfectamente", afirma el célebre fotógrafo.
El experto en ciencias espaciales Richard Hollingham cuenta la historia de estos cosmonautas caninos que biólogos del Instituto de Aviación rescataron de las calles de Moscú en los años cincuenta del siglo pasado.
"Los canes necesitaban pesar menos de siete de kilos y ser de pequeño tamaño para encajar en el cono del cohete; debían ser pasivos, amistosos, listos…", explica.
Tsygan y Dezik fueron los primeros en viajar al espacio, en julio de 1951, aunque no llegaron a estar en órbita.
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Este hito lo logró por primera vez Laika, pero murió al regresar a la atmosfera de la Tierra.
El autor destaca también la contribución diplomática que, diez años después, tuvo un cachorro de la mítica Strelka a partir del primer encuentro entre Nikita Jruschov y John Kennedy.
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La reunión de la Conferencia de Viena de 1961 se considera un desastre pero, durante la cena, la primera dama estadounidense se interesó por los perros espaciales, rompiendo el hielo a ambos lados de la mesa
"Jackie Kennedy sugirió a Jruschov que le enviara un cachorro, dando paso sin querer a un proceso diplomático que tal vez ayudó a prevenir la tercera guerra mundial", escribe Hollingham.
El cachorro espacial Pushinka llegó poco después a la Casa Blanca, cortesía del presidente soviético.
Parr lleva más de veinte años coleccionando recuerdos y objetos dedicados a los perros cosmonautas rusos.
Encontró sus tesoros en los mercadillos de Moscú y en distintas plataformas digitales.
"Sigo rastreando internet, pero la mayoría de los objetos ya los tengo o no me entusiasman tanto", explica.
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El fotógrafo admite que las ilustraciones de "Space Dogs" representan la "suma total de una obsesión de veinte años".