El parto y el nacimiento están concebidos dentro de los derechos sexuales y reproductivos de las parejas, es por ello que cada procedimiento médico debe ser informado y consultado con la familia en este trascendental momento.
Tacto múltiple
El tacto realizado por más de un especialista puede ser considerado un ejemplo de violencia obstétrica. En muchas ocasiones los doctores realizan innecesariamente una técnica conocida como maniobra de Hamilton, que consiste en separar con los dedos las membranas amnióticas de la pared del útero con el fin de inducir el parto.
Esta maniobra es uno de los procedimientos que causa más polémica entre los obstetras y las parteras ya que ante la inducción farmacológica, la maniobra de Hamilton puede ser una opción segura. Sin embargo, esta técnica puede ser bastante dolorosa para las mujeres sobre todo si se practica con escasa dilatación y en múltiples ocasiones para acelerar el nacimiento.
Episiotomía como rutina
Esta técnica quirúrgica es el conocido corte que reciben las mujeres en su zona vaginal para ampliar el canal de parto y apresurar la salida del bebé. En ocasiones, los médicos utilizan esta técnica sin consentimiento de la paciente y de forma injustificada, sólo para hacer más fácil el nacimiento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no recomienda el uso de esta técnica como preventivo para evitar el desgarro de los genitales femeninos al momento del parto y de hecho la califica como contraindicada.
Fórceps
En muchos países latinoamericanos utilizar este tipo de cucharas con forma de tijeras para sacar al bebé están también contraindicados. No son pocas las consecuencias a las que se arriesgan la madre y el recién nacido por la utilización de este tipo de técnicas que apresuran el nacimiento.
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En el caso de madre, el empleo de fórceps puede provocar desgarros más graves en la vagina que podrían requerir una recuperación prolongada y en algunos casos hasta cirugía para corregirlos También podría ocasionar problemas para orinar o defecar después del parto por la manipulación, según explica el sitio MedlinePlus.
En el caso del recién nacido las consecuencias pueden un poco más graves: algunos presentan protuberancias, moretones o marcas en la cabeza, los nervios del bebé pueden resultar lesionados por la presión de los fórceps, así como sus músculos faciales que pueden descolgarse.
Maniobra de Kristeller
Esta técnica consiste en hacer presión en la parte superior de la panza de la mujer al momento del parto, con el supuesto objetivo de acelerar el proceso de expulsión del feto. La OMS la clasifica entre aquellas técnicas que deben emplearse con cautela por no existir evidencias que confirmen su utilidad.
Esta presión excesiva en ocasiones provoca lesiones musculares en la panza de las madres que con el tiempo se recuperan, pero terminan siendo manipuladas físicamente sin evidencias científicas.
Cesárea injustificada
El recurso a la cesárea es la práctica más criticada como medio de acelerar sin necesidad un parto que se presenta sin complicaciones. Practicar el parto por vía de cesárea, cuando haya condiciones para el parto natural, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer es una forma evidente de violencia obstétrica.
Violencia psicológica
El trato deshumanizado también puede tener consecuencias a nivel psicológico. En muchos casos las mujeres se siente discriminadas o son objeto de burlas o críticas, así como a sus hijos.
No atender oportuna y eficazmente las emergencias obstétricas, obligar a la mujer a parir en una posición incómoda, y obstaculizar, sin causa justificada, el apego precoz del niño con su madre, son algunos de los procedimiento más denunciados por las mujeres en el momento del parto.
En América Latina la lucha contra la violencia obstétrica comenzó en la década del 90 y en 1996 la OMS respaldó los esfuerzos de las activistas en una guía de cuidados para un parto normal donde se advierte de los peligros de "una serie de intervenciones inútiles, inoportunas, inapropiadas o innecesarias, y con frecuencia, pobremente evaluadas".
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En 2007, Venezuela se convirtió en el primer país en tener una ley específica para atender la violencia obstétrica. Dos años después, Argentina promulgó una ley similar seguida de Panamá, varios Estados en México, Bolivia y El Salvador.