Conservacionistas brasileños apoyan la expansión de la agroindustria pero alertan —por experiencia- que las nuevas rutas de transporte que pasan por el Amazonas abren el paso a los leñadores y ganaderos ilícitos y a la larga influyen en la deforestación.
"Podemos producir fácilmente 120 millones de toneladas de grano sólo en Mato Grosso, sin talar un árbol. El gran problema es la falta de infraestructura y el alto coste del transporte", dijo entonces Freitas.
Poco después de tomar su cargo como ministro de Bolsonaro, Freitas anunció que está "todo planeado para los próximos cuatro años". Con el objetivo facilitar el transporte en la Amazonía, Freitas invadirá este territorio con carreteras y ferrocarriles, y para ello se apoyará en la inversión privada.
El ministro también anunció que el Gobierno federal tenía intención de firmar contratos con el sector privado por unos 27 mil millones de dólares, entre los que se estiman la pavimentación de la autopista BR-319 que pasa por la selva tropical de la cuenca del Madeira, y una ampliación de la BR-163 que cruce el río Amazonas y se extienda hasta la frontera con Surinam.
Los ecologistas brasileños han planteado sus inquietudes sobre el daño ambiental y social que podría traer esta expansión del Gobierno de Bolsonaro por la selva tropical del Amazonas, los llamados pulmones de la Tierra, y para las poblaciones indígenas que la habitan.
Analistas consultados por Semana, mencionaron que la ausencia de una consulta previa con las comunidades indígenas podría ser una violación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del cual Brasil es signatario.
Sin embargo, el ministro de infraestructura piensa que "si les consultas [a las comunidades] al principio, creas todo tipo de expectativas". Por su parte, las comunidades indígenas han exigido una consulta previa ya que también quieren opinar sobre cambiar la ruta de una carretera o ferrocarril, o incluso prohibirla si es demasiado perjudicial. Hasta ahora, no lo consiguieron.
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