La aventura empieza antes mismo de la llegada a Saba, ya que para alcanzar la isla es necesario subirse a una avioneta para 19 personas en San Martín y sobrevolar el mar del Caribe durante unos 20 minutos. El aterrizaje en Saba es una de las atracciones más conocidas de la isla, ya que el aeropuerto local tiene la menor pista del mundo.
Una de las características más distintivas de la isla caribeña es su arquitectura. Casi todas las casas insulares tienen fachadas de madera blanca, puertas y ventanas con detalles verdes y techos inclinados de color rojo. La uniformidad de estas casitas no se debió a un proyecto arquitectónico, sino a la necesidad. Históricamente, obtener materiales de construcción en la isla nunca fue una tarea fácil, razón por la cual, al usar casi siempre los mismos materiales, las residencias terminaron con una apariencia similar. Como la isla no cuenta con grandes hoteles, los que viajen a Saba pueden hospedarse justamente en una de estas pintorescas casitas, detalló Forbes.

El encaje de Saba es el principal producto de artesanía de la isla y su historia revela la ingeniosidad de las mujeres locales. En la década de 1870, la residente de Saba Mary Gertrude Hassell Johnson les enseñó a las mujeres de la isla cómo hacer este delicado arte que había aprendido de monjas españolas, mientras estudiaba en Venezuela. Algunas de las mujeres más emprendedoras enviaron muestras del trabajo artesanal a posibles compradores alrededor del mundo, utilizando etiquetas de envío de las cajas que llegaban en los buques de carga. El encaje de Saba luego se hizo famoso y en 1928, las mujeres sabanas ya exportaban alrededor de 15.000 dólares anualmente. Las piezas hechas a mano todavía pueden comprarse en las tiendas de regalos artesanales insulares.
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