"Ahora se ha hecho normal cambiar libros, especialmente textos escolares o universitarios, por comida, yo cambié la enciclopedia Jurídico Elemental Cabanellas De Torres, los 8 tomos, por un caucho [llanta] usado y con algunos detalles, pero es reparable, y le sirve a mi carro [auto]", señaló Daniel Piñero, de 36 años, a Sputnik.
Piñero contó a Sputnik que comenzó a vender libros 15 años atrás.
Anteriormente, no eran kioscos sino estructuras de aluminio, pero, aun así, era el lugar preferido de muchos lectores, quienes afirmaban que allí los vendedores encontraban casi cualquier ejemplar por más difícil que fuera e incluso ediciones especiales o traducciones específicas.
Sin embargo, ahora varios de los kioscos permanecen cerrados.
"Las ventas ya no son iguales, la gente prefiere comprar comida que libros, y los que vienen a buscar textos, buscan de autoayuda, supongo que intentando sentirse mejor ante la crisis que vive el país, pero literatura como antes, no, creo que se ha ido perdiendo ese interés", afirmó Rafael Medina, de 30 años.
En el puesto en el que trabaja Medina hay centenares de libros apilados e incluso en una misma mesa es posible encontrar un texto Julio Cortázar junto a otro de Paulo Coelho o de un recetario con indicaciones sobre cómo preparar una buena barbacoa.
"Yo he recibido azúcar, harina pan, arroz o pasta por un libro, depende de su costo", acotó.
Por su parte, Adrián Rivero, de 56 años, contó que el 24 de abril vendió dos libros en remate por un kilo de limones, que cuestan unos 16.000 bolívares (aproximadamente 3 dólares).
"¿Cómo una persona que gana 18.000 bolívares al mes [salario mínimo — 3,2 dólares] puede pagar 100.000 o 200.000 bolívares [entre 18 y 40 dólares] por un libro? Los colegios exigen textos de una editorial y aquí he visto a los padres sufrir por no poder comprarlos, eso da dolor", comentó.
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Pese a que los libros no son prioridad para muchos venezolanos ante la compleja situación económica que vive el país, los vendedores que quedan en la Avenida Fuerzas Armadas siguen recibiendo las bibliotecas que muchos, al emigrar, dejan atrás.
En sus pasillos aún es posible encontrar a estudiantes universitarios en busca de algún libro especializado, aunque no moderno, pues la importación de textos y revistas científicas también ha mermado, explicaron los vendedores de este rincón de Caracas en el que la cultura se niega a morir.