"Lastimosamente, tuvimos que sufrir un evento fuerte para que todo el sistema reaccionara y la población entendiera el peligro de confiarse", dijo Juárez, el experto del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), a propósito de la creciente actividad del Volcán de Fuego.
Es imposible predecir la magnitud de una eventual erupción del también conocido como "Chi'gag" (lugar del fuego, en lengua cakchiquel), pero Juárez estima que la tragedia del pasado año hizo que la gente tuviera una mayor percepción del riesgo y que ahora se prepare en consecuencia.
Por lo pronto, el Insivumeh mantiene su monitoreo en tiempo real pues el Volcán de Fuego presenta una actividad por encima de los parámetros normales de desgasificación y cenizas arrojadas, por lo que no se descarta la generación de flujos de lava.
El boletín vulcanológico emitido a las 08:00 hora local (14:00 GMT) de 2 de abril indica que el Volcán de Fuego registró de 17 a 26 explosiones débiles y moderadas por hora, con una nube de ceniza gris que alcanzó los 5.000 metros de altura y vibraciones que hicieron retumbar los techos de las viviendas cercanas.
Vídeo: Nueva erupción del peligroso volcán de Fuego en Guatemala
En consecuencia, el Insivumeh recomendó alertar a las comunidades enclavadas en áreas amenazadas por los posibles flujos piroclásticos (mezcla de gases y materiales sólidos calientes que se mueve a ras del suelo) restringir el ascenso de turistas al cráter Mackenney y tomar precauciones para el tráfico aéreo.
"A veces la gente suele asociar la actividad sísmica con la volcánica, pero son dos eventos diferentes, de origen distinto, aunque en ambas se libere energía", explicó el especialista a Sputnik.
A su vez, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) está pendiente de la evolución de la actividad en el Volcán de Fuego, enclavado entre los departamentos Sacatepéquez, Chimaltenango y Escuintla, en el sudoeste guatemalteco.
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El coloso de 3.763 metros de altura es uno de los más activos de América Central, aunque la erupción de junio pasado es considerada la peor registrada desde la llegada de los colonizadores españoles a Guatemala, en 1524.
La erupción causó unos 300 muertos, sepultó por completo tres poblados y dejó miles de damnificados sin vivienda o medio de sustento.
Las cenizas llegaron a todo el territorio guatemalteco.