Su interés hacia Rusia no es sorprendente: lo llevaba, de alguna manera 'en la sangre', ya que su padre, en su tiempo estudió Filología Eslava, viajó a Rusia, y muchos de sus amigos eran o rusohablantes, o estudiantes y profesores de ruso.
"No podría decir que mi infancia estuviera marcada por el ruso o por la cultura rusa pero creo que sí podría decir que no era una cultura extraña en mi casa", subraya la joven.
De este modo, a la hora de eligir el idioma en la universidad, el ruso, por "haberlo tenido más presente", le "pareció lo más natural dentro de las opciones" que se ofrecían.
Pero años antes de empezar a estudiar la lengua, ya conocía Rusia de primera mano: cuando tenía 14 años acompañó a su madre y a su hermana en un viaje a San Petersburgo adonde fueron para visitar a la madrina de Laia, profesora de lengua catalana en la Universidad Estatal local.
Aquel primer viaje a Rusia Laia lo define como "uno de los viajes más locos, geniales y divertidos". Primero, porque nunca se habían imaginado que pudiera hacer tanto frío. Segundo, porque le costó entender cómo podían las rusas ser tan resisitentes al frío y llevar ropa ligera con temperaturas tan bajas.
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Aparte del clima, asegura que le sorprendió y le sigue sorprendiendo el peso de la historia que se esconde en cada rincón de San Petersburgo. También confiesa que entonces se enamoró de las casas museo que hay en Rusia en abundancia y que faltan en su ciudad natal, Barcelona.
Según Laia, que ha podido vivir en las dos capitales rusas, Moscú y San Petersburgo, no se pueden comparar.
"No tienen nada que ver" una con otra, afirma, pero a la vez confiesa que, aunque ambas "son muy bonitas y muy especiales", en su percepción, Moscú es demasiado frenética, demasiado 'femme fatale'.
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Asimismo, actualmente se está preparando para volver a la antigua capital imperial rusa para realizar allí un máster y poder sumergirse todavía más en la cultura que tanto le apasiona.
Además, dice que quisiera acercarse a su cultura, antes que nada, traduciendo a autores rusos que todavía no se han traducido al catalán.
Destaca que uno de los problemas que notó en sus compañeros extranjeros y que Laia no tuvo, era la falta de deseo de entender Rusia, de abrirse a esta nueva realidad. Al contrario, "juzgan a Rusia desde una perspectiva totalmente occidental, desde todos los prejuicios occidentales que existen hacia Rusia", explica la estudiante.
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Y a pesar de que reconoce que Rusia "no es un país fácil", para ella es "un país con mucho carácter, con mucha conciencia histórica […] Un país imprevisible donde te pueden pasar las cosas más maravillosas del mundo".