A las 19:45 (hora local) del 24 de marzo de 1999 comenzó la operación 'Fuerza Aliada', ordenada por Estados Unidos y seguida por sus más próximos acólitos de la Alianza Atlántica. La población serbia sabía que las amenazas no eran vanas. Estaba al corriente de que las negociaciones de Richard Holbrook con Slobodan Milosevic habían fracasado el día anterior. Pero no podía hacerse a la idea de que, al final del siglo XX, iba a convertirse en objetivo militar de una coalición guerrera que pretendía actuar "por razones humanitarias", para "proteger civiles en Kosovo", provincia serbia, cuna de su historia, pero habitada por una mayoría de etnia albanesa.
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Hay cifras que hablan por sí solas y ayudan a comprender por qué Serbia no puede olvidar el 20 aniversario de la "hazaña bélica" pergeñada entre el Pentágono y el cuartel general de la OTAN en Bélgica: 78 días de bombardeos, 37.465 operaciones aéreas (480 al día) sobre Serbia, Montenegro y la costa Adriática (2000, obra de la aviación francesa), cinco toneladas de bombas de uranio vertidas sobre el territorio, más de 2.000 muertos, entre ellos, 79 niños.
Los voceros del entonces jefe de la OTAN, Javier Solana, necesitaron el apoyo de los "spin doctors" de Tony Blair y de Bill Clinton para difundir los bulos más absurdos con el fin de justificar ante sus propias audiencias un ataque de tal magnitud. Fue a partir de entonces cuando el que se hizo célebre como portavoz de la alianza militar, Jamie Shea, comenzó a ofrecer "exclusivas" a los crédulos periodistas que se encontraba en la máquina de café de los pasillos de la OTAN. Y qué mejor noticia para despertar el escepticismo de los pacifistas europeos que denunciar violaciones masivas de mujeres musulmanas a manos de milicias serbias; de matanzas donde perecía la población entera de pueblos kosovares. Shea admitió más tarde las mentiras. Hoy es profesor universitario.
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Para "liberar" Kosovo de Slobodan Milosevic, las fuerzas de la OTAN se aliaron con la guerrilla albano-kosovar del UCK (Ejército de Liberación de Kosovo), que hasta poco tiempo antes Estados Unidos consideraba como grupo terrorista. La organización estaba entonces dirigida por un individuo de extrema derecha, líder del grupo 'Águilas negras', Ramus Haradinaj. Fue exonerado por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) en una de las muchas decisiones exculpatorias de líderes no serbios. Hoy es primer ministro del Kosovo independiente.
Terroristas blanqueados
El UCK tenía también su vitrina política, el Partido Democrático de Kosovo (PDK), dirigido por Hashim Thaci. También excomandante en jefe del UCK, Thaci no solo se ha enriquecido personalmente, no solo se ha perpetuado en el poder mediante el fraude y las amenazas, sino que es sospechoso de la limpieza étnica de serbios y de gitanos de Kosovo, y de haber eliminado a sus colegas comandantes del UCK que en un momento pudieron hacerle sombra.
Desde el año 2000, los servicios de inteligencia de la OTAN tienen pruebas de la implicación de Thaci en las operaciones más sucias llevadas a cabo en territorio kosovar.
👥 Parlamentario serbio dice tener pruebas del tráfico de órganos en #Kosovo y espera el juicio https://t.co/WH3EhuR643
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) March 7, 2019
Expertos como Marty, el italiano Andrea Capusela o el fiscal norteamericano, Jonathan Ratel, han documentado informes demoledores contra el líder albano-kosovar y su entorno. Al final de su mandato en 2008 la UNMIK (Misión de la ONU en Kosovo) debía transvasar sus datos de inteligencia a Eulex, el organismo de la Unión Europea para poner en marcha un sistema jurídico en la antigua provincia serbia. Los documentos desaparecieron en un incendio inexplicado en el depósito de la OTAN de Prístina, la capital de la entidad kosovar. Todo ese currículo le ha servido a Thaci para merecer la presidencia de Kosovo desde abril de 2016.
En ese periodo, Borís Yeltsin vivía un fin de reinado marcado por la enfermedad y otros productos que, por respeto al desaparecido y por no caer en el cliché, es mejor obviar. Aun así, los confiados políticos occidentales se llevaron un gran susto cuando en junio de ese año militares rusos, pertenecientes a las fuerzas de paz internacional instaladas en Bosnia, llegaban antes que nadie al aeropuerto de Pristina. Pero Yeltsin ya no tenía capacidad para que Rusia pudiera hacer otra cosa que un acto de orgullo y protesta.
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La minoría serbia ha sufrido persecución y asesinatos. Sus iglesias han sido destruidas; sus propiedades, requisadas. Una minoría se resiste a abandonar la tierra de sus antepasados en el norte de Kosovo y, en especial, en la ciudad de Mitrovica, separados de la población albano-kosovar por fuerzas internacionales de la OTAN (KFOR) con mandato de la ONU.
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Hay veinteañeros albano-kosovares que responde a nombres como "Tonibler" o "Klinton". Son los mismos que integrarán el "ejército" de Kosovo que fue anunciado en diciembre.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK