Los Altos del Golán, objeto de disputa entre Israel y Siria, no sólo es un punto estratégico geográficamente, sino que es una importante fuente para el abastecimiento de agua de esta región árida.
La soberanía sobre el Golán, de apenas 1.150 kilómetros cuadrados de superficie, implica por lo tanto el control sobre un bien escaso en esta zona. Las declaraciones del presidente de EEUU, Donald Trump, sobre reconocer a Israel como único estado soberano en estos territorios, pone el dedo en la llaga a un conflicto que data de mediados del siglo XX.
Una porción de este territorio permanece bajo ocupación israelí, la otra está controlada desde 1974 por una fuerza de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el resto bajo soberanía de Siria.
Además: La ONU mantiene sin cambios su postura sobre los Altos del Golán
El periodista Rafael Araya, presidente de la Confederación Palestina Latinoamericana y del Caribe (Coplac), conversó con Sputnik sobre este pronunciamiento de Trump, tan arbitrario como declarar a Jerusalén la capital exclusiva de Israel, más allá del Derecho Internacional.
"Convalidar una ocupación ilegal coloca una vez más a Donald Trump en una situación cada vez más aislada en el consejo de las Naciones Unidas que se ha negado a seguir sus pasos, adoptando una actitud de respeto de las normas", afirmó.
Araya explicó cómo la "política usurpadora de Israel" afecta de igual forma a Palestina con la ocupación militar. Israel controla los propios recursos acuíferos de los palestinos para beneficio de sus colonos ubicados en tierras ocupadas de Cisjordania. Los asentamientos israelíes en esa zona alcanzan ya los 700.000 habitantes, según aclaró el especialista.
"En Cisjordania el dominio de Israel sobre este recurso impide que la agricultura, la ganadería y toda aquella actividad relacionada con la tierra tenga un desarrollo normal, precisamente por las cuotas de utilización de agua que la ocupación militar israelí impone a la población palestina", comentó el experto.
Por ejemplo, en Palestina cada colono tiene derecho a 466 litros de agua por día, a diferencia de la población palestina donde cada habitante sólo tiene derecho a 45 litros diarios, indicó el exponente palestino en Latinoamérica.
"El Estado de Israel ha utilizado medidas draconianas para favorecer la colonización de territorios y privilegiar el abastecimiento de agua entre sus colonos, en desmedro absoluto de la población originaria", aseguró el entrevistado.
Araya también contó cómo el Gobierno israelí ha autorizado la destrucción de aquellos estanques colectores de quienes se atreven a guardar el agua de lluvia.
"Son ametrallados y los llenan de agujeros para impedir que esa agua sea usada con destino agrícola. Por eso la situación palestina es hoy más compleja, porque no sólo se ocupa el territorio físico sino que se ocupan también todos los recursos naturales donde el principal es el agua, que es la garantía de la vida", afirmó.
Pero el drama es aún peor. Araya indicó que desde que tuvo lugar la Operación Plomo Fundido entre diciembre de 2008 y enero de 2009 en la Franja de Gaza, la primera acción de la fuerza aérea israelí fue contra la planta potabilizadora de agua y la planta recicladora.
Según contó el experto desde entonces "jamás Israel permitió el ingreso de todos los elementos para reconstruir ni reparar estas plantas. Por tanto la calidad del agua que se bebe hoy en la Franja de Gaza es absolutamente tóxica por la cantidad de desechos y por la contaminación, con coliformes y focos infecciosos", indicó.
"Esto genera un problema humanitario de grandes dimensiones porque la población de Gaza se va enfermando por el consumo de este recurso natural tan contaminado, debido a una política que impide su distribución eficiente. Es un crimen de lesa humanidad", sentenció Araya.