La cría quedó rezagada y el momento lo aprovechó el lobo blanco para clavar sus fauces en la tierna criatura, que sucumbió a medida que los dientes de su atacante se cubrían de sangre.
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Su madre echó en falta a su cría demasiado tarde. Cuando llegó hasta ella, logró ahuyentar al lobo, pero el cuerpo del pequeño bisonte seguía inerte.