Este proceso era imposible antes debido a la diferencia de propiedades que tienen estos materiales. Las altas temperaturas y las variadas expansiones termales hacían que el cristal se rompiera.
Según explicó Duncan Hand, uno de los autores del descubrimiento, los impulsos del láser duran tan solo un picosegundo, y la potencia ejercida en este instante asciende a un megavatio.
Por establecer una comparativa, el picosegundo supone para un segundo lo mismo que un segundo para un lapso de tiempo de 30.000 años.
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Durante la soldadura con este método se forma el microplasma en un área de pocos micrones. Las altas temperaturas que se generan en el proceso pegan los dos materiales, pero gracias a la brevedad de los impulsos del láser, el cristal no se rompe.
Según los científicos, la nueva soldadura ha sido probada a temperaturas de entre —50℃ y +90℃. Entre los metales que se utilizaron en el experimento están el acero, el aluminio y el titanio. Estos metales se soldaron con distintas clases de cristales.
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