Así, el investigador del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EEUU, Michael Mills, destacó que pocos se dan cuenta de los peligros que acarrea un posible invierno nuclear.
Aparte de la propia explosión con su bola de fuego, las bombas nucleares pueden distribuir residuos radiactivos a una distancia de cientos de kilómetros. Pero uno de los efectos más atemorizadores, señala el científico, son los fuegos.
Según explicó, el calor intenso puede prenderles fuego a las estructuras en un radio de varios kilómetros.
"Estas tormentas de fuego pueden liberar más energía que las propias bombas nucleares. Básicamente crean su propio clima y succionan objetos a su interior, donde estos se queman", dijo.
Mills se basa en los datos que obtuvo en un estudio de 2014, donde fueron simulados los ataques con armas nucleares entre la India y Pakistán. En aquel escenario se emplearon solamente 50 ojivas nucleares por cada parte, lo cual constituye menos de la mitad de su arsenal.
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Cada una de estas ojivas tiene una potencia aproximada de 15 kilotones, equivalente a la explosión nuclear que vivió Hiroshima. Según el modelo, estas explosiones elevarían a la atmósfera unos cinco millones de toneladas de humo, causando así un invierno nuclear que podría durar décadas.
Además, hasta el 50% de la capa de ozono sería eliminada sobre las áreas pobladas de la tierra, abriendo las puertas de la radiación ultravioleta proveniente del sol. Al mismo tiempo, la temperatura sobre la superficie de la Tierra sería la más baja de los últimos 1.000 años.
De acuerdo con Mills, las condiciones climáticas tardarían más de 25 años en normalizarse. Al mismo tiempo, la realidad podría ser peor aún. Según el científico, el estudio se llevó a cabo en 2014, y desde entonces el arsenal nuclear de estos dos países aumentó considerablemente.
Por lo cual, los efectos de un posible intercambio con ataques nucleares serían incluso más devastadores. "Podría ser hasta cinco veces peor de lo que hemos calculado", concluyó Mills.