Hace 30 años Caracas y otras ciudades venezolanas protagonizaron la primera gran insurrección popular contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez que culminó en un gran baño de sangre. En un país petrolero, con las riquezas naturales de Venezuela, la pobreza alcanzaba a un 80% de la población. El neoliberalismo había hecho mella.
El mismo año en que caía el muro de Berlín, el pueblo venezolano se rebelaba contra el neoliberalismo y los centros financieros que habían sumido a Venezuela en una profunda deuda. Para el Gobierno de Pérez, los venezolanos debían pagar más y por ello autorizó a los cuerpos armados a disparar con munición de guerra contra los civiles.
La mayor masacre de la historia de Venezuela culminó el 8 de marzo. Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, dijo en 2018 que el número de fallecidos superó los 3600, según el sitio Correo del Orinoco.
A partir del Caracazo, en América Latina comenzó un ciclo de luchas populares que continuó tres años después con la rebelión del teniente coronel Hugo Chávez y sus compañeros.
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El chavismo
El 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez encabezó una rebelión cívico-militar junto a un grupo de jóvenes militares provenientes en su mayoría de los cuarteles de Maracay, estado de Aragua.
Al no controlar la situación en la capital, Chávez decidió rendirse y pidió hacerlo por televisión, donde lanzó un mensaje de esperanza al pueblo venezolano: "El país tiene que enrumbarse hacia un destino mejor".
Desde la cárcel, Chávez fue ganando popularidad hasta que en 1994 fue indultado por el nuevo presidente Rafael Caldera.
La ironía es que Caldera fue derrotado el 6 de diciembre de 1998 por Hugo Chávez, que fue electo presidente de Venezuela con el 56,5% de los votos, cargo que ocupó hasta su muerte en 2013.
El Argentinazo
El desencadenante fue la imposición del "Corralito", que restringía la extracción de dinero en efectivo de los bancos por más de un año.
Con el lema "¡Qué se vayan todos!", la revuelta llevó a la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, dando lugar varias semanas de inestabilidad durante las cuales el país tuvo cinco presidentes y se declaró el default de la deuda externa.
En la elecciones de 2003, el expresidente Menem anunció su decisión de renunciar a su candidatura, lo que automáticamente convirtió a Néstor Kirchner en presidente electo con el 22,2% de los votos.
Durante los 12 años de los Gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner que terminaron en 2015, se redujo la pobreza, la indigencia y desempleo, el país rechazó, con otros países de la región, el Tratado de Libre Comercio ALCA y logró el pago total de la deuda al Fondo Monetario Internacional (FMI).
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Trabajadores unidos en Brasil
Aunque el triunfo del progresismo en Brasil no estuvo impulsado por una rebelión popular, sí fue una respuesta a décadas de dictadura militar y políticas neoliberales. Luiz Inácio Lula Da Silva se postuló a la presidencia en Brasil en tres ocasiones, en 1989, 1994 y 1998. Pero fue en 2002, como candidato del Partido de los Trabajadores, cuando logró obtener la victoria.
Durante sus ocho años como presidente, Lula protagonizó una transformación social y económica. Sus programas sociales Hambre Cero y Bolsa de Familia contribuyeron a sacar de la pobreza a unas 30 millones de personas en menos de una década.
Su último mandato culminó en enero de 2011, cuando asumió el poder la primera mujer en la presidencia del Brasil, Dilma Rousseff, quien dio continuidad al legado de Lula, hasta que fue destituida por el Congreso en 2016.
Guerra del agua en Bolivia
Entre enero y abril del año 2000 tuvo lugar en Cochabamba una serie de protestas cuyo detonante fue la privatización del abastecimiento de agua potable municipal. Las poblaciones indígenas y campesinas sufrieron el golpe asfixiante de las multinacionales que agregaron elevados costos al consumo del agua, hasta el punto en el que la recogida de la lluvia fue un acto ilegal. El agua dejó de ser un derecho para los bolivianos.
Este proceso llevó a Evo Morales a la presidencia de Bolivia en 2005, al mando del Movimiento al Socialismo, quien se convirtió en el primer presidente indígena del país altiplano.
En su Gobierno, Boliva ha conocido importantes transformaciones sociales, convirtiéndose en uno de los países de mayor crecimiento económico en la región, reduciendo drásticamente la pobreza y el analfabetismo y reconociendo los derechos de los pueblos originarios en la la Constitución del Estado Plurinacional promulgada en 2009.
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