Tradicionalmente, en la noche del 18 al 19 de enero, los cristianos ortodoxos se zambullen en un claro en el hielo o algún río helado para conmemorar el bautismo de Jesucristo.
Sputnik ha hablado con el sacerdote ortodoxo moscovita Pável Ostrovski para saber de dónde viene esta tradición y cuán religiosa es realmente.
El bautismo de Jesús tuvo lugar en el río Jordán que ahora se sitúa entre Israel y Jordania, y se ha secado y ensuciado de una manera significativa. Sin embargo, algunos feligreses siguen bañándose en sus aguas en el marco de la celebración.
"La tradición de bañarse en cualquier otro río nunca ha existido", constata el padre Pável.
El ritual surgió después de aparecer otra tradición, la de echar la buenaventura en el período entre la Navidad (el 7 de enero) y la Epifanía (el 19 de enero), lo que se considera un pecado por la Iglesia ortodoxa. Zambulléndose en el agua fría, los pecadores intentaban 'purificarse', explica el sacerdote.
"Los agujeros en el hielo, a su vez, se hacían para sacar agua a falta del agua corriente en las casas, y nadie nunca se bañaba en estos. La Iglesia también se pronunció en contra de la tradición ya que daña el cuerpo y la salud, y además es solo una superstición", continúa.
El religioso destaca que el ritual es peligroso y no trae ninguna bendición aunque sí cuenta con el apoyo de los medios de comunicación y se ha difundido bastante en la última década.
"La gente lo percibe como 'pasatiempo invernal', un tipo de 'deporte extremo ortodoxo'. Se puede saltar en paracaídas o bañarse en el agua helada. Además, es un tipo de 'antimisión' para los médicos y empleados del Ministerio de Emergencias que miran cómo la gente se enferma. Lo más peligroso es bañar a los niños cuya regulación térmica aún no funciona bien", destaca.