Los científicos chinos participan activamente en la carrera de la nueva física. Al principio intentaron construir un acelerador de 50 kilómetros, pero al final proyectaron un anillo de 100 kilómetros.
La nueva megainstalación subterránea será una fábrica de bosones de Higgs, llamadas 'partículas de Dios'. El objetivo principal es demostrar la existencia de una nueva física y resolver el misterio de la materia oscura.
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El CEPC constará de tres instalaciones ubicadas en un túnel. En un anillo circular se acelerarán haces de partículas nacidas en un acelerador lineal. Luego, los grupos de electrones y positrones se acumularán cada uno en su propio anillo, se reunirán en haces y colisionarán. El proyecto proporciona dos puntos de interacción de haces de electrones y positrones. Allí se instalarán detectores para registrar los procesos físicos.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 4 ноября 2018 г.
Para lograr los parámetros deseados, es decir, la denominada luminosidad, el haz de partículas debe ser muy denso. En los aceleradores, se mantienen y se enfocan por medio de fuertes campos magnéticos. Pero para el megacolisionador esto no es suficiente. Los haces contrarios deben colisionar con ángulo y ser apretados en el lugar más fino. La tecnología que permite hacerlo, 'crab waist', fue ideada conjuntamente por físicos italianos y rusos.
Sin embargo, según el especialista, para descubrir todo el potencial es necesario resolver algunos problemas y buscar soluciones técnicas. Por ejemplo, será necesario garantizar la estabilidad de los haces de tamaño pequeño y alta intensidad de partículas cargadas, especificó.
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Los científicos pretenden obtener un millón de nacimientos de bosones de Higgs en diez años. El diseño del CEPC está optimizado para que a partir del año 2040 se use su túnel de 100 km para albergar el supercolisionador Protón-Protón.
El físico chino Chen Ning Yang, premio Nobel, criticó el proyecto por su elevado costo. Sin embargo, Mijaíl Zóbov es más optimista y cree que la financiación de CEPC es posible. En su opinión, lo demuestra una discusión activa del proyecto chino en la comunidad científica internacional y en los medios de comunicación.
Mientras tanto, la gente ordinaria está naturalmente más preocupada por la seguridad que por el futuro de la ciencia. Durante la construcción del Gran colisionador de hadrones (LHC), los físicos tuvieron que refutar muchas conjeturas sobre una alta radiación, la creación de agujeros negros y explosiones supuestamente capaces de destruir el planeta. Unos temores similares también acompañan el proyecto chino, dado su tamaño y las profundidades desconocidas del micromundo que se abrirán. De momento, los autores están seguros de la protección contra los rayos X que acompañan al haz de electrones acelerado.
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