"El establecimiento de una república parlamentaria hubiera sido complicado", señala a Sputnik Andrés de Blas Guerrero, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España (UNED). Asegura que el haber incluido la figura del rey en la Constitución de 1978 fue "una fórmula que ha funcionado bien" y que "el rey Juan Carlos se puso al servicio de la transición de la vida política española".
Adoptar un sistema democrático a través de la monarquía era "una especie de término medio que sobre todo calmaba a los militares" y a todos aquellos sectores afines al rey o temerosos de que se acabara con todo el régimen franquista. Con la fórmula, que ha durado hasta nuestros días, conseguían tener una garantía "de moderación y de estabilidad", prosigue Lario González.
"Una figura excepcional entra en la historia (…) Con respeto y gratitud, quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado", dijo el monarca en las Cortes tras ser coronado rey de España el 22 de noviembre de 1975.
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Reyes puestos en cuestión
La fórmula que situó al monarca al frente de la Jefatura del Estado parece estar ahora más en cuestión, señala Antón-Mellón, de lo que estaba hace unos años. A este desgaste han contribuido algunos escándalos en torno al ahora rey emérito, que de hecho le obligaron a abdicar del trono en favor de su hijo. Para el actual monarca, Felipe VI, la cercanía a la figura de su padre le perjudica más de lo que le beneficia. Su madre, la reina emérita Sofía, permanece como siempre en un discreto segundo plano; el cuñado de Felipe VI, Iñaki Urdangarin, está en prisión; y la reina Letizia es el blanco de más titulares de lo que le gustaría.
Sobre el papel que Juan Carlos I jugó durante la transición, Antón-Mellón asegura a Sputnik que "hubo muchos elementos opacos que no conocemos pero que algún día saldrán a la luz" y que habría sido imposible reinstaurar una república parlamentaria.
¿Preguntar o no preguntar?
Sin embargo, De Blas insiste: la sociedad española está conforme con la monarquía. En todo caso, recuerda, las funciones del rey son funciones moderadoras y típicas de una monarquía parlamentaria. "El rey no tiene poderes ejecutivos, sino que tiene el poder de moderar, de consultar y de dar opiniones" que no tienen trascendencia política, a diferencia de las del Gobierno.
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"No sé por qué tiene que dar miedo preguntar algo así. Si hay un cambio en la opinión pública esto es un tema que, de forma serena, racional y analizando pros y contras, se tendría que abordar".
Por su propia mano
De ese silencio surgió a principios de diciembre y desde varias universidades españolas el deseo de tomarse el barómetro por su mano. Más de la mitad han votado, coincidiendo con el aniversario constitucional, sobre la forma de Estado. Lo seguirán haciendo hasta enero. Quienes votan deben elegir entre el modelo republicano y el monárquico. En cada centro el número de votantes ronda los 8.000 y 9.000 y la república gana por goleada, con un porcentaje cercano al 90%.
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A pesar de la iniciativa, De Blas no cree que haya una demanda popular a favor de un cambio de modelo de Estado. "Yo creo que la iniciativa es sobre todo una causa política alimentada por Podemos, por la izquierda radical, que ve en ella un elemento de desestabilización del sistema político español", señala.

No es para tanto
Ante las aparentes ganas de un referéndum por la monarquía —al menos, entre algunos jóvenes—, Lario defiende que la Familia Real "en realidad no afecta a la vida política ni a la corrupción ni a la trascendencia de reformar o no reformar la Constitución", y denuncia que la dicotomía entre monarquía y república acaba siendo un arma arrojadiza y una cortina de humo.
"Siempre parece que viene a desviar la atención de los verdaderos problemas de cada momento histórico. Parece que hay una maldición: cuando hay que pensar en las verdaderas reformas políticas, en los partidos políticos y en las relaciones entre las instituciones, de pronto nos centramos en lo que no afecta a la vida cotidiana", explica.
Un referéndum así, defiende la profesora de la UNED, "solo se debería plantear en momentos de calma o cuando no haya otros problemas de mayor calibre".
Lario añade que "entre los jóvenes españoles se ha despertado la necesidad de actuar directamente sobre la vida política", una cualidad que podría verse como positiva pero no a tenor del contexto. "De ahí viene esa especie de mensaje de 'como nosotros no hemos votado la Constitución, tendremos que decir algo al respecto'", defiende Lario.
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En cualquier caso, la propia Constitución española de 1978 contiene dentro de sí los mecanismos para cambiarla, siempre y cuando se haga por los cauces previstos para su modificación y con las mayorías parlamentarias adecuadas.