A inicios del actual sexenio, el presidente Enrique Peña Nieto ordenó a la SEDENA y a la SEMAR —tras una larga y humillante jornada de presiones estadounidenses sobre los militares mexicanos— que reestructuraran un plan de defensa militar al cual llamó Plan Militar de Defensa Nacional Conjunto, dicho plan se define como el "documento militar reservado que establece las estrategias para la articulación, el desarrollo y el empleo de las capacidades de las Fuerzas Armadas, a fin de responder efectiva y coordinadamente contra amenazas, riesgos y desafíos que se opongan a la consecución y/o mantenimiento de los intereses y objetivos de defensa".
Según Carlos Ramírez, columnista de El Financiero, la intención era sembrar la discordia dentro de las fuerzas armadas para generar un ambiente de división que desestabilizara el mando militar mexicano, afín de dejar la seguridad nacional en manos de una dirigencia estadounidense, como sucede en Colombia. Esta estrategia fracasó y aparentemente las reformas castrenses que realizó Peña Nieta en ese momento fueron ideadas para "blindar" al Ejército mexicano ante injerencias extranjeras que buscaban alejar a los militares de su misión de mantener la seguridad interna del país.
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Originalmente, el documento se encontraba a resguardo en una caja fuerte dentro de las instalaciones de Gobierno y era información confidencial que solo estaba a disposición de Presidencia, SEDENA y SEMAR. Sin embargo, el mes pasado, el sitio de Noticias y Periodismo de Investigación Contralínea obtuvo el documento, que data del día 30 de Julio del 2013. Es una actualización del elaborado en el año 2004.
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La investigación de Contralínea se divide en cinco partes, en las que se explica a detalle porque estamos desprotegidos ante el poder del exterior y sus pretensiones codiciosas contra México.
Esta intervención puede ejecutarse directamente o provocarse artificialmente con artimañas políticas —falsa bandera—, el documento señala con precisión que la Casa Blanca puede llegar a considerar (si es que no lo hace ya) a nuestro país como una amenaza latente para sus intereses en la región. Esto se corrobora con la información expuesta por Caspar Weinberger y Peter Schweizer en su libro 'The Next War'. Prologado por la bélica Margaret Thatcher, ex primera ministra del Reino Unido.
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Poco después —escribe Weinberger en su libro— de que fuera asesinado un gran economista que se había convertido en presidente de México, un "populista radical" se hace con el poder y promueve cambios en los que se critica ferozmente a Washington, se nacionaliza la industria bancaria y de aseguradoras. La DEA informa al presidente estadounidense que el nuevo mandatario mexicano está relacionado con los carteles de la droga y trabaja con ellos. Para el año 2003, México está en caos, millones de mexicanos tratan de huir, se despliegan más de 60.000 soldados estadounidenses en la frontera y los narcotraficantes mexicanos están organizando disturbios en los barrios pobres de las ciudades de Houston y San Diego.
La visión de Weinberg se ve sustentada en el Plan Operativo del Pentágono para la 'Liberación de México'. En este plan, el Departamento de Defensa de Estados Unidos describe cómo, después de un ataque a la Embajada estadounidense y con dos frentes internos abiertos por el narcotráfico, se generé una crisis migratoria que amenace la seguridad nacional de Estados Unidos e incite a su Gobierno a declarar la guerra a México. Interviniendo en el país con una guerra relámpago que quebrante la moral militar rápidamente.
De acuerdo con el plan, la infantería mecanizada invadiría el país por tres puntos vitales del norte, destruyendo objetivos de defensa claves como la Base Aérea de Santa Lucía en menos de dos minutos y tomando el puerto de Tampico con un operativo marítimo. Posteriormente, mediante una campaña de manipulación mediática se convence al pueblo que los invasores son 'bondadosos' y vienen a traer la democracia. Finalmente, el secretario de Relaciones Exteriores —acompañado por un grupo de conspiradores— se apoderaría de un mando militar para asaltar Los Pinos (el presidente ya habría huido), creando un Gobierno provisional autorizado por la Casa Blanca y básicamente entregar en bandeja de plata el país.
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¿Suena descabellado? no tanto, la Casa Blanca siempre ha andado en busca de un pretexto para invadir México y Calderón se los dio durante seis años con su fallida estrategia de guerra contra los carteles de droga. Sobretodo cuando en el 2011 los servicios de inteligencia estadounidense filtraron información falsa que apuntaba a un presunto plan iraní para contratar sicarios mexicanos y asesinar al embajador de Arabia Saudí en Estados Unidos. Actualmente no debe olvidarse que el presidente Trump no solo maneja un discurso antimexicano típico de los WASP, sino que por la crisis de las Caravanas Migrantes, ha pertrechado la frontera sur de Estados Unidos con más soldados de los que dispone en países como Irak y Afganistán.
Desde la firma de los Tratados de Bucareli en 1923 (ratificados tras la victoria de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial), México ha estado alineado —o más bien sometido— a la agenda de seguridad estadounidense, lo que ha impedido el mejoramiento en nuestras relaciones con Rusia y China, a quienes el Pentágono considera elementos peligrosos para sus intereses geopolíticos. Y no solo eso, sino que se ha seguido una doctrina de seguridad nacional extremadamente permisiva y con demasiada influencia estadounidense.
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Por esto, durante el sexenio del entreguista Vicente Fox, fuimos integrados al Comando Norte de los Estados Unidos, país que nos considera estratégico para su defensa nacional, y a la vez somos el más vulnerable de la región norte, un espléndido aperitivo para cualquier potencia que necesite una plataforma militar contra Washington. El mismo documento afirma que esta relación nos lleva a la segunda amenaza: vernos arrastrados a una de las aventuras bélicas de los Estados Unidos, es decir, a una guerra con otra nación por conflictos de interés totalmente ajenos a nosotros. Lo que podría en nuestro radar el peligro del terrorismo y las armas de destrucción masiva.
Dentro del mismo marco, se tanteó en alguna ocasión la posibilidad de disolver al Ejército mexicano por la aparente "carencia de amenazas extranjeras", a lo que el general brigadier José Francisco Gallardo Rodríguez repuso que "solo existen 40 naciones sin Ejército Nacional, todas ellas son protectorados de otra nación, pero México no puede ser protectorado de nadie y ya ha perdido más de la mitad de su territorio nacional en una guerra contra Estados Unidos".
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Gallardo Rodríguez no se equivoca al contradecir a la clase política en su visión sobre el Ejército mexicano y las amenazas que se ciernen sobre el país, a prueba de ello tenemos el Museo Nacional de las Intervenciones, cuyo inmueble y exposición permanente nos recuerda que a lo largo de la historia, nuestra nación nunca ha estado a salvo de las pretensiones intervencionistas de las potencias que dirigen el orbe.
Por la inminente intervención estadounidense, el Plan Militar de Defensa Conjunto subraya la necesidad de "edificar instalaciones fortificadas que resistan los efectos de una posible guerra para el establecimiento de sedes alternas de Gobierno y mando de la defensa nacional, que cuente con sistemas de comunicaciones y enlace, que permitan llevar a cabo oportunamente la toma de decisiones en la capacidad de respuesta del Estado ante una intervención extranjera".
¿Por qué si se le ordenó a Defensa y Marina que reestructuraran un Plan de Defensa Nacional no se ha realizado ninguna acción por parte del Estado mexicano para eliminar puntos flacos y garantizar la conservación de nuestra soberanía? ¿Por qué, a pesar de las revelaciones, la clase política ni se inmuta, permanece pasiva e inmóvil aún cuando la quimera acecha desde el norte para abalanzarse sobre México? ¿Cuál es el plan que ellos siguen y a quiénes sirven verdaderamente?
Después, el documento señala que los grupos antisistémicos también representan una amenaza para la supervivencia del Estado mexicano. Su actividad político-militar deja en entredicho la funcionalidad de las instituciones estatales y la imagen del Gobierno a ojos del mundo entero.
Entre estos grupos antisistémicos se toma en cuenta a las guerrillas sureñas como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (del cual ya hablé en un artículo) y los movimientos políticos desestabilizadores financiados por el extranjero para dar pie al estado continúo de caos e inseguridad. De esto último tenemos los antecedentes del año de 1968, cuando en medio de una conjura internacional contra México y por conflictos personales dentro del gobierno mexicano se utilizó a los estudiantes para generar caos y polarizar a la sociedad, derivando en los terribles y sanguinarios eventos del 2 de octubre.
Finalmente el documento concluye que la última amenaza contra México son los ataques electromagnéticos y la guerra cibernética, de los cuales estamos totalmente desprotegidos por la falta de inversión y destinación de capital público en el área de investigación y desarrollo. Es por tanto una necesidad del Estado implementar sistemas de ciberseguridad y guerra electrónica que protejan el propio flujo de dinero y la vida privada de los ciudadanos o incluso que sean capaces de defender a las instituciones del Estado de futuros ataques cibernéticos provenientes de países "no amigables" como los propios Estados Unidos. ¿Será que con esto se justifica la entrega de la seguridad cibernética a Israel?, podría ser.
Mi observación personal es que cada una de estas amenazas está enlazada de forma manifiesta con el peligro de una intervención extranjera y muestran una causa-efecto que explica varios puntos. Si México se convierte en un problema para la Casa Blanca, existen diferentes formas de "aplacar" al país.
Y esa ignominiosa cita marca el proceder de Estados Unidos. Si México llegase a poseer un Ejército Nacional independiente, poderoso y amado por el pueblo, la Casa Blanca tendría pesadillas constantes con una inevitable guerra en sus fronteras. Por ende, se han asegurado de desarmar al país y mantenerlo desactualizado, pero lo más importante es crear un Ejército Dependiente del Extranjero y odiado por la opinión pública. Se desarticula la defensa, y tal como lo marca Tsu Tzu en el 'Arte de la Guerra' "se conquista todo lo que está bajo el cielo sin combatir".
El profesor universitario y analista internacional Alfredo Jalife-Rahme —calificado por el portal francés Voltaire como "el máximo experto de geopolítica en América Latina"— ha utilizado en diversas obras y conferencias el concepto de 'Jaula geopolítica'. Este concepto lo trata entrelíneas el Plan Militar de Defensa Nacional Conjunto.
Los Tratados de Bucareli, hoy rehechos con la firma del T-MEC o USMCA en el decadente G20, han sido el lastre del último siglo que nos ha condenado al atraso y la ingobernabilidad para satisfacer el interés político y económico de una oligarquía de halcones que hacían del mundo su voluntad.
Si bien Estados Unidos está cerca de sucumbir por problemas internos, aún conservan su posición como líder de Occidente y ganador de dos guerras mundiales, por lo que México debe jugar bien sus cartas y comprender el cambio tetrapolar/nacionalista que se avecina en la geopolítica mundial. Solo los que se adaptan sobreviven.
Mientras tanto, nos queda defender con coraje a nuestros congéneres migrantes en Estados Unidos, fortalecer la unidad nacional y limpiar la imagen del Ejército mexicano para reunificar al mundo civil y al mundo castrense. Un presidente verdaderamente nacionalista, no pueden hacer caso omiso a las advertencias militares en una hora tan oscura de la historia nacional. Perdimos la batalla del petróleo (la joya negra de la geoestrategia), pero no podemos capitular en la batalla por la sobrevivencia de nuestra raza.
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