Chuí, el municipio más austral de Brasil, es conocido en la prensa como "el fin" del país. A sus habitantes les gusta decir que "Brasil comienza aquí". Dentro de sus límites, viven unas 6.000 personas, en estrecha comunidad con la ciudad uruguaya de Chuy, separada apenas por una avenida. En total, ambas ciudades aglutinan a 20.000 individuos.
Es que en Chuí, la mayoría de los votantes expresó su voto por el progresista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), a contramano de la tendencia del resto del Estado de Río Grande do Sul, donde Bolsonaro ganó por una abrumadora mayoría.
Alencar Borges, presidente de la Cámara de Concejales de Chuí y referente local del PT, resaltó en diálogo con Sputnik que el proyecto de su partido "reestructuró" al país. Durante los años de Gobierno de Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2016) efectivamente se amplió la clase media en el país, cayeron la pobreza y los niveles de hambre.
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Borges recordó que en el primer turno, Haddad ganó en su municipio por un holgado margen, seguramente ampliado en el balotaje, gracias a los votos del centroizquierdista Ciro Gomes y otras personas "apartidarias".
Según pudo constatar Sputnik a la salida de las secciones de votación de la ciudad, entre los votantes de Bolsonaro se repite una y otra vez la misma palabra: cambio o, en 'portuñol' (híbrido portugués-español), 'mudanza', como contrapuesta a los escándalos de corrupción que han sacudido al país y que salpican a todo el espectro político. Aunque Bolsonaro lleve 28 años como diputado federal, ha mostrado en campaña una imagen de 'outsider' capaz de poner la casa en orden.
"La gente está cansada, masacrada. Tiene que haber un cambio porque no hay más que hacer. Tenemos que creer en el cambio, no podemos creer siempre en lo mismo. Tendría que cambiar todo el sistema político. El pueblo está masacrado en la economía, en todos los aspectos", dijo a Sputnik un votante que se identificó como Silvio.
"A los del PT no los quiero ver nunca más. Este que entra, no sé. Vamos a probar. Creo que no va a hacer lo mismo, porque si no va a durar poco", afirmó el votante, al tiempo que manifestó su preocupación porque a Brasil "entran de todos los países".
"Todos trabajan, todos progresan, y nosotros no… ¿será que los brasileños son tan haraganes? Creo que no. Creo que hay que cambiar y si este no da un cambio, de acá a unos años cambiamos de nuevo", opinó el jubilado.
El estancamiento de la economía brasileña es uno de los factores que más pesan en el ánimo de estos votantes. Más allá de votar a Bolsonaro por una cuestión "ideológica"; una electora que se identificó como Sandra consideró que con los casos de corrupción que se revelaron en los últimos años, Brasil no logra transmitir confianza a los mercados. "En Brasil necesitamos inversiones que no se tienen por la falta de seguridad que damos como Gobierno", opinó.
Parecida es la opinión de Mohamad Kassem Jomaa, exalcalde de Chuí y dueño de uno de los principales supermercados de la ciudad. Según dijo a Sputnik, prueba de ello es la caída de popularidad del PT, que con Luiz Inácio Lula da Silva llegó a niveles de aprobación cercanos al 80%, aunque subrayó que él nunca votó ni simpatizó con esa fuerza política.
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"Dicen que Bolsonaro es de ultraderecha. Yo prefiero la ultraderecha y no la ultraizquierda, prefiero que me pidan documentos cada 100 metros y no que me roben cada 100 metros. Es vergonzoso lo que han hecho, solo que ahora se termina", agregó. A criterio del comerciante hay "un desastre muy grande en Brasil", y que "es muy difícil" que Bolsonaro "pueda arreglar" la situación.
En todo caso, ya con el mandato de las urnas, es posible que estas elecciones pasen a la historia de Brasil como una de las más particulares, debido al alto grado de confrontación, violencia y polarización del diálogo. A partir de ahora, los brasileños deberán recuperarse de la tensión del período electoral, una tarea que podría no ser fácil.