Temprano por la mañana del viernes 19, casi 4.000 hondureños que intentan llegar por todos los medios a la frontera sur de EEUU "comenzaron su intento de ingresar a territorio mexicano, previo acuerdo de las autoridades con líderes de nuestros hermanos migrantes, logrados mediante diálogo y negociación, para entrar de forma organizada", dijo la responsable de la organización Migrantes Aztlán, que siguió los acontecimientos a distancia.
Mientras algunos se desesperaban tras caminar una semana, desde el sábado pasado, otros se aventuraron a cruzar el río fronterizo en balsas sobre neumáticos inflables poco antes del mediodía, en un río crecido por las lluvias recientes.
Los dirigentes encabezaron la caravana hacia el puente internacional, y las mujeres y niños marcharon adelante.
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Cuando llegaron al paso fronterizo, una valla metálica y unidades de policías guatemaltecos con equipos antidisturbios, apoyados por dos vehículos militares blindados, les impidieron el paso.
Algunos subieron al portón y ondearon banderas de Honduras, ante la multitud apretujada.
Media hora después, un representante de migración mexicana uniformado se dirigió a la multitud con un megáfono para informarles que les serían entregadas visas humanitarias y que serían llevados a un albergue.
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Sin embargo, "la gente comenzó a saltar vallas y tiraron los protones principales al puente", atropellando a algunos de los marchistas, contó García.
"Nos reportan que resultaron algunos heridos, pero finalmente se ingresó en orden y se terminó haciendo un entrada organizada", dijo la activista que siguió el desarrollo de los eventos desde el Monumento del Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México frente a la embajada de EEUU.
Dos escenarios: la diplomacia y la caravana
Mientras todo eso ocurría, entre las 13:00 y las 14:00 locales (19:00 y 20:00 GMT) "en la concentración pedimos el respeto a los derechos humanos de los hermanos, estábamos muy atentos a que no fueran a ser reprimidos", entre versiones de estallido de gases lacrimógenos que les fueron reportados en un momento crítico, cuando se esperó lo peor.
Pompeo visitó México, luego de viajar a Panamá, para reunirse con el canciller Luis Videgaray, a quien le pidió detener el flujo de migrantes, y miembros del gabinete ministerial del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.
Mientras tanto, socorristas guatemaltecos atendieron a las personas que no pudieron avanzar hacia el lado mexicano del puente, cuando estaba cerrado por un portón de acero.
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Poco después, entre algunas escaramuzas con pedradas, las autoridades mexicanas anunciaron el paso de todos los migrantes "en forma ordenada y organizada".
La Policía Federal pidió que niños y mujeres marcharan primero hacia territorio mexicano y fueron subidos a cinco autobuses que hicieron viajes para llevarlos a los albergues.
En particular, las autoridades mexicanas informaron que el municipio de Ciudad Hidalgo, Chiapas, personal del INM atiende a los inmigrantes "y procesa sus solicitudes de ingreso; asimismo auxilia a la población vulnerable como son las mujeres, niñas y niños que lo requieran".
El proceso de registro y recepción de pedidos de refugio será lento y tormentoso.
Algunos pocos jóvenes aprovecharon la confusión para saltar el puente y cruzar a nado hacia la orilla mexicana, y han sido advertidos por las autoridades que serán deportados.
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García Hernández afirma que "la presidenta de la Comisión de Asuntos Migratorios de la Cámara de Diputados, Julieta Cristal Vences convocó a la creación de comisión legislativa de congresistas para dar seguimiento a la marcha en coordinación con nuestras organizaciones".
La activista dijo que el balance no estará completo si no es liberado el mexicano Irineo Mujica, director de Pueblo sin Frontera, uno de los principales organizadores de esta caravana y otras anteriores.
