Una de las consecuencias del macrocefalismo que vive Ciudad de México, que concentra los poderes en la capital y también la mayor parte de la población, es que aquí se encuentra el mayor cruce de caminos viales. Se trata de arterias de asfalto que se despliegan por toda la República.
En 67 choques murieron 21 personas, sobre un total de 2.921 fallecidos durante 2017 en 11.883 accidentes de tránsito registrados en todo el país. Según datos de la Organización Mundial de la Salud en la región de las Américas hay 155.000 muertes al año causadas por accidentes viales, en las que los peatones, ciclistas y motociclistas representan 45% de las víctimas. La excepción es Estados Unidos, donde la mayor cantidad de los muertos son los propios ocupantes de los automóviles.
El informe también señala que 93% de las muertes por accidentes de tránsito "tienen lugar en los países de ingresos bajos y medianos donde se halla menos de la mitad de los vehículos matriculados en todo el mundo", señalando que la región Andina concentra la mayor cantidad de difuntos por accidentes viales.
La 95
Se le llama "carretera libre" para diferenciarla de la otra carretera 95D, en la que se paga cuota. La mayor letalidad de la 95D es la ‘Curva de la Pera', una pronunciada vuelta en U ubicada a la mitad de un recorrido de alta velocidad. Hacia el oriente, un barranco ha recibido las volcaduras de los más expertos conductores. El último año hubo allí siete muertos en 22 accidentes, según los datos oficiales.
Sin embargo, la 95 libre registró 31 accidentes durante 2017, que terminaron con la vida de cinco personas. El tramo que une Ciudad de México y Cuernavaca serpentea tanto durante su trayecto que es casi imposible ver cuando un auto viene en dirección contraria.
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Decenas de letreros anuncian lo obvio: "Cuidado curva peligrosa" entre los pueblos que van quedando atrás camino hacia Cuernavaca, "la ciudad de la eterna primavera", apodada así por su clima estable y templado.
Pronto aparecen los "cenotafios", pequeñas representaciones de tumbas vacías en los lugares donde sucedió la muerte de alguna persona, a donde las familias suelen llevarle flores en ofrenda. Pero el cenotafio es el punto final de una historia trágica.
Cuando un accidente ocurre en esta ruta provoca un colapso vial inminente, ya que hay un solo carril de ida y vuelta. Si hubo una persona fallecida durante el accidente, la Policía Federal suele acordonar el lugar para impedir que nadie se acerque. Por lo general, los cuerpos de las personas pasan varias horas en el lugar esperando al perito para procesar la escena, recopilar indicios y retirar el cadáver.
El tránsito se normalizará recién después de que una grúa recoja los automóviles accidentados y barran los vidrios rotos del camino. En la tradición mexicana, el cenotafio es un pequeño hogar para el difunto que quiera retornar, el que reconocerá como el último de su vida, al primero que acudirá antes de llegar con su familia. Por eso allí le espera alguna ofrenda que se le ha dejado.
A lo largo de 36 kilómetros recorridos en la 95 hacia Cuernavaca, se hallaron 18 cenotafios. Leticia es una mujer de 52 años que lleva 34 atendiendo un puesto de venta de elotes en el kilómetro 35,5. Relató a Sputnik que el cenotafio junto a su puesto fue dedicado a Pedrito Martiñón, un adolescente de 15 años que murió en 2017 cuando viajaba con su hermano.
"Ahorita se ve uno que otro choque, nada más cuando llueve se ven muchos. Pero las motos, esas sí, tiro por viaje hay accidentes de motos", dijo Leticia. Doña Leticia relató cómo la familia del muchacho muerto suele llegar al cenotafio a prenderle su veladora y a limpiar el lugar. "Estuvieron el 15 de septiembre sus papás y sus abuelitos. Y ya no deben de tardar en que le arreglen un poquito porque se viene el día de los difuntos", contó.
Sobre el kilómetro 28, Don Nacho, como se presenta, lleva una década con su carpintería sobre la 95. Junto a su negocio está el barranco, y él cree que si un automóvil se cae por allí, el cinturón de seguridad "no es garantía de vida".
Don Nacho cree que la letalidad registrada aquí tiene que ver con la forma en que fue construida la carretera: "Por más despacito que uno pueda ir, el camino de sur a norte está de bajada y estas curvas son canijas [complicadas]. Las motos o las bicis con un bache o una ramita, ya se andan matando", agregó.
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Dijo que la autoridad suele invertir en controles con alcoholímetros, pero no lo hace de manera suficiente en el mantenimiento vial de esos pueblos. México ha respondido a este problema endureciendo las penas a los conductores, sin considerar, como dice don Nacho, la responsabilidad que las propias obras puedan tener en la incidencia de esta forma de morir, que se cobra 33 vidas al día en el país, según la estadística oficial.
Al frente de su negocio hay un pequeño cenotafio que tiene una cruz de madera con unas palabras ilegibles, desgastadas por la lluvia y el sol. Don Nacho dijo a Sputnik que nunca ha visto a nadie que haya venido a visitarlo.