Se trata de un rubro dedicado a ofrecer seguridad y comodidad a momentos de intimidad y escapismo: parejas con hijos que necesitan un tiempo a solas, personas que buscan sexo casual, compañeros de trabajo a los que los superan las ganas, hombres y mujeres con parejas estables que precisan un subterfugio, jóvenes sin privacidad en sus hogares familiares. Amantes de toda ralea.
El código de habilitación que los regula fue redactado en la época de la dictadura, en 1978, por lo que clasifica a estos sitios como "actividad tolerada", un permiso precario para actividades "poco honorables".
Hoy, en una Argentina en la que se discute abiertamente sobre sexualidad, diversidad y poliamor incluso en los medios masivos, los "telos" siguen cargando con un estigma de otra época. "Se trata de una ley retrógrada que parte de un tema profundo de discriminación. La modificación nos va a permitir quitar esta clasificación para poder equiparar la actividad con la del resto de los establecimientos hoteleros y quitar algunas restricciones arbitrarias que nos limitaban", dijo a Sputnik José Manuel Capelo, titular de la Federación Argentina de Alojamientos por Hora.

También determinará que el máximo de ocupación en las habitaciones esté calculado a partir de los metros, eliminando la restricción a dos personas y permitiendo que ingresen tríos, parejas de swingers o grupos indiscriminados hasta un máximo de seis, si el tamaño del ambiente lo permite.
Los cambios sociales y la crisis económica están golpeando a este rubro desde hace un tiempo. Según la Cámara de Propietarios de Alojamientos (Capral), se cierra un promedio de cinco establecimientos por año. "Hace 10 años éramos 190 y hoy somos menos de 140", aseguró Capelo, quien es Secretario General de esta entidad en ciudad de Buenos Aires.
Este fenómeno fue corroborado a Sputnik por Alberto, encargado del Hotel El Cisne, ubicado junto a las vías del tren, en el límite entre los barrios porteños de Nuñez y Belgrano. Contó que en el último año y medio, seis albergues de la zona cerraron sus puertas para transformarse en emprendimientos inmobiliarios.

"Cada vez viene menos gente, los gastos son enormes, tenemos que abrir las 24 horas todos los días, tres turnos, no podés cerrarlo, imposible. Hay días que literalmente no pagás los gastos. Creo que esto abre una ventanita pero no sé si es para ilusionarse demasiado. La gente del ambiente swinger ya tiene sus lugares donde ir y la crisis nos pega a todos, tanto a las PyMes como a los bolsillos de los que quieren gastar en diversión", dijo sin ocultar su desencanto Alberto.
"Es un problema multifactorial y una transformación en la estructura social. En parte es la falta de dinero en el consumidor pero también cambiaron las costumbres. Hace unos años era impensado que los adolescentes durmieran en las casas de familia con sus parejas. Además tenés mucha mayor oferta de actividades recreativas donde gastar. Y por último, el cambio en la oferta inmobiliaria, con muchos más departamentos chicos para gente que vive sola", dijo Capelo. "Pero nosotros brindamos un ámbito de neutralidad que no se encuentra en ningún otro lado", finalizó.